Al cabo de unos minutos, la puerta se abrió y James entró, su expresión era un mar de emociones encontradas.
—¿Qué está pasando? — preguntó, su voz ahora más suave, casi preocupada. —Nada que te preocupe — respondió Eva, manteniendo la mirada firme en él —. Sólo conversábamos, señor. James la miró fijamente, buscando grietas en su armadura, pero Eva no iba a ceder. —¿Estás segura de que no es una trampa? — dijo, su tono un poco más duro. —Quizás tú seas la trampa — respondió ella, sintiendo cómo la tensión crecía entre ellos. James se acercó un paso más, la distancia entre ellos casi desapareciendo. —¿Por qué deberíamos confiar en ti? — demandó, su voz baja, casi amenazante. —Porque estoy aquí por Iris. Porque quiero que ella tenga un futuro. No por ti ni por tu familia, sino por ella — declaró Eva, sintiendo que cada palabra tenía peso —. Además, vine a pedirle ayuda a la señora Barut. James frunció el ceño, claramente confundido, dudoso. —Te he visto hacer cosas terribles, Eva. No creo que tengas la capacidad de cambiar. Nos has hundido. —Quizás no me conoces tan bien como piensas — respondió ella, sintiendo que la rabia comenzaba a burbujear en su interior —, recordando que perdí a uno de mis hijos y que Jason y tú se burlaron de eso. —Eso fue muy asqueroso de tu parte, James. Tú conoces del dolor de una pérdida. Eva respiró hondo, sus emociones a flor de piel. —Lo siento, mujer. Estaba furioso. Un silencio cargado se instaló entre ellos, como si el aire en la habitación se hubiera vuelto denso. James estaba atrapado entre sus sospechas y un impulso inexplicable de creer en la sinceridad de Eva. —Si deseas que Iris tenga un futuro, entonces deberías dejar de lado tus resentimientos — dijo ella, su voz firme pero llena de emoción —. No quiero molestar, señor James, pero este es el último lugar a dónde me buscará la señora Montenegro. Esa mujer manipuló incluso a Jason. Él estaba irreconocible. ¿No lo han vuelto a ver? James la observó con una intensidad que la hizo sentir vulnerable, pero no retrocedió. —No me hables de dejar resentimientos — replicó él, su tono aún hostil —. Sabes que hay cosas que no se perdonan. Y no, no sabemos nada de él. Él también es el responsable de lo que nos pasó. —Eso es mentira. Yo sigo en contacto con él. La policía lo atrapó. La tensión en el aire era palpable, como si estuvieran en un campo de batalla emocional. La lucha entre ellos no era solo de palabras, sino de convicciones, de pasados que se negaban a dejarse atrás. —Si me dejas ayudar, puedo hacer que esto funcione — dijo Eva, sintiendo que la batalla estaba lejos de terminar. James la miró, su mente trabajando a toda velocidad, sopesando cada palabra, cada posibilidad. —No confío en ti, pero tampoco puedo ignorar a Iris. — Su confesión sorprendió a ambas mujeres. Eva asintió, sintiendo que había dado un paso más hacia el entendimiento, aunque el camino por delante estaba lleno de desafíos. —Entonces, empecemos a trabajar juntos, aunque sea forzado — dijo ella, su voz firme. Mientras el silencio se cernía sobre ellos, Eva sabía que cada decisión contaba. La batalla había comenzado, no solo por Iris, sino por la redención de todos los involucrados. En ese enfrentamiento silencioso, se tejían los hilos de un futuro incierto, donde el amor y el odio se entrelazaban de formas inesperadas. En el fondo, ambos sabían que la lucha apenas comenzaba — Está bien. Haré el maldito intento — respondió el hombre y miró a su esposa —, por ella. Porque ella lo vale.Penélope sintió cómo el asfalto se deslizaba bajo las ruedas del coche mientras cruzaba la frontera hacia la maldita ciudad. Había pasado dos horas en la carretera, cada kilómetro intensificando su ansiedad. Sabía que el tiempo corría y que su…, sea lo que sea que era, estaba en peligro. La imagen de su hermano, atrapado en el sótano de su madre, la perseguía como una sombra oscura.Condujo por calles que parecían estar impregnadas de un aire opresivo. La ciudad, con sus edificios altos y luces parpadeantes, se sentía viva y a la vez muerta. Su mente daba vueltas en un torbellino de pensamientos mientras buscaba a Gabriel en sus contactos. — ¿Dónde estás? — pensó, su voz ahogada y silenciada por la desesperación. Pero no obtuvo respuesta. La pantalla del teléfono permanecía en silencio, mostrando que él no estaba disponible. Penélope sabía que no podía decirle dónde estaba Eva, pero la urgencia del momento la obligaba a actuar. Su hermano estaba en peligro y ella tenía que hacer
Penélope sabía que no podía perder más tiempo. Tenía que actuar antes de que Gabriel se descontrolara aún más. Por un momento, un estúpido momento creyó que al menos se preocuparía por él, por Gael. Él es su hermano mayor. Él debería correr hacia Gael y protegerlo; pero no. Está más preocupado por Eva, y no es que no sea importante, pero él mismo se lo buscó y ahora Gael era el que necesitaba ayuda. Con el corazón latiendo con fuerza, se dirigió hacia la mansión de la familia Barut. La mansión se alzaba imponente, con sus muros de piedra y ventanas oscuras, como un castillo que guardaba secretos inconfesables.Al llegar, tomó un momento para observar el lugar. La atmósfera era pesada, y sabía que entrar no sería fácil. Pero no le quedaba otra opción. Tenía que salvar a Gael. Quería hacerlo. Necesitaba hacerlo.Se acercó a la entrada principal, pero el portón estaba cerrado. Miró alrededor, buscando una forma de entrar sin ser vista. Sus instintos le decían que debía ser cautelosa. R
La atmósfera en la mansión Montenegro era eléctrica, cargada de tensión y resentimiento. Gabriel, junto a Gael y Penélope, se adentró en el vestíbulo, donde la opulencia de la casa era un recordatorio cruel de la familia que habían dejado atrás. La luz tenue iluminaba los rostros de los hombres de su madre, que esperaban con miradas desafiantes.Lograron salir de ese laberinto secreto, pero el peligro no acababa y aunque el peligro estaba allí, ni Gael ni Gabriel abandonarían su hogar. Al menos los hombres de su madre fueron despachados. No todos. Y el resto estaban bajo las órdenes de Gabriel y Ben.— No podemos quedarnos aquí — dijo Penélope, con las manos temblando mientras hacía sus señas —. Debemos salir antes de que sea demasiado tarde. He tocado un arma. Nunca he tocado un arma.Gael asintió, pero una parte de él sabía que no podían escapar sin enfrentar a su madre y a sus secuaces. Se acercó a ella y la abrazó para calmarla.— No tengo palabras para agradecerte, Pen. Estás
— ¡Basta! — gritó Gabriel, su paciencia agotándose —. No seré parte de esto. No permitiré que continúes con tu locura.— ¿Locura? — replicó Francisca, acercándose un paso más —. ¿Sabes lo que es locura? Perder todo por unos bastardos que no merecen nada. Todo lo que he hecho fue por ustedes, y ahora son los que están en mi camino.Gabriel sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. No podía creer lo que estaba escuchando. — Somos tus hijos — musitó, manteniéndose erguido, sin demostrar nada —. Por un tiempo largo creí fielmente que sentías algo por nosotros, que ese comportamiento sobreprotector era porque nos amabas; pero ahora comprendo que todo era una farsa. Un movimiento más, y tal vez conseguirás todo lo que quisieras, arrebatarnos lo que mi padre nos dejó. — ¿Qué has hecho por nosotros? — preguntó, Gael, su voz temblando de dolor —. Solo has causado sufrimiento. ¿Eso es lo que llamas amor? — Amor — murmuró Francisca, como si la palabra estuviera envenenada —. He
La noche se cernía sobre la mansión de los Barut como un manto de sombras. Eva Montenegro se encontraba en la casa, su corazón latiendo con fuerza mientras el frío helaba el aire a su alrededor. Afuera, la ciudad parecía estar en calma, pero en su interior, la inquietud la mantenía en vilo. Sabía que la situación era precaria, y cualquier ruido podía significar peligro.Mientras contemplaba el silencio de la habitación, un golpe seco en la puerta la hizo sobresaltarse. Su instinto fue inmediato: se escondió detrás de un mueble, conteniendo la respiración. La puerta se abrió lentamente, y Eva pudo ver a James Barut a través de un pequeño resquicio. Su figura imponente y la tensión en su rostro la hicieron sentir como si el aire se le escapara de los pulmones.— ¿Quién es? — preguntó James, su voz grave resonando en el silencio de la noche.La respuesta llegó en forma de una figura que se recortó contra la luz que entraba por la puerta: era Jason, su hijo. Eva sintió un escalofrío re
La noche se había apoderado de la ciudad, y un silencio inquietante envolvía la casa de los Barut. Jason estaba sentado en el sofá, su mente ocupada con pensamientos oscuros y preocupaciones que lo mantenían alerta. Eva, frente a él, observaba cómo su expresión cambiaba de relajada a tensa en cuestión de segundos. Algo estaba ocurriendo, y ella podía sentirlo en el aire.De repente, su teléfono sonó, rompiendo el silencio. Jason miró la pantalla, y su rostro se tornó serio. Se levantó rápidamente, alejándose un poco para atender la llamada. Eva sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La inquietud se apoderó de ella al ver su expresión preocupada.— ¿Qué pasa? — preguntó Eva, acercándose a él en cuanto colgó.Jason la miró, su mirada grave y llena de preocupación.— Penélope está hospitalizada — dijo, su voz tensa.El corazón de Eva se detuvo por un instante. — ¿Qué? ¿Qué le pasó? — preguntó, su voz temblando de ansiedad.— Tiene una contusión en la cabeza, y... — Jason vaciló
— Dime que me deseas, Eva — susurró Jason contra su piel, sus labios recorriendo su cuello con una mezcla de urgencia y posesión.— Te deseo, Jason... — susurró ella, sintiendo su cuerpo arder bajo su tacto.Era un amor secreto, un amor prohibido. Dos años de encuentros furtivos, de noches de pasión en habitaciones de hotel, de promesas susurradas en la penumbra. Dos años esperando que él finalmente la presentara a su familia. Pero eso nunca pasó.Y ahora entendía por qué.La oficina de Jason Barut era un reflejo de su poder: elegante, impecable, con ventanales que daban a la ciudad como si fuera su dueño. Ahí, en ese mundo de cristal y acero, Eva Martín había sido su sombra por dos años.Dos años siendo su asistente, su amante en la oscuridad, su secreto mejor guardado.Se ajustó la blusa color perla y echó un vistazo rápido a su reflejo en el espejo del ascensor. Ojos grandes, labios temblorosos. Se veía como lo que era: una mujer enamorada que, contra toda lógica, seguía creyendo e
— ¡Carajo!El mundo era un eco lejano cuando Eva abrió los ojos. El olor a desinfectante y la tenue luz del hospital la hicieron parpadear, desorientada. Su cuerpo se sentía pesado, adormecido, pero había un vacío en su interior que la hizo estremecerse de inmediato.Intentó moverse, pero un dolor punzante la detuvo. Bajó la vista y vio su brazo conectado a una intravenosa. El corazón le latía con fuerza en el pecho cuando la puerta se abrió y entró un médico con expresión sombría.— Señorita Moretti, me alegra que haya despertado — dijo con tono profesional, pero en su mirada había algo de compasión —. Lamento informarle que ha sufrido un aborto espontáneo debido al estrés severo y el impacto emocional.El mundo pareció detenerse.Aborto.Esa sangre, Jason, todo comenzó a golpearla fuertemente en ese momento, haciendo que su corazón comenzara a romperse. Estaba segura que el médico la miraba con lástima porque escuchaba como su corazón se rompía como ecos de un cristal lanzados a la