En un mundo donde la traición es moneda corriente y los secretos se ocultan bajo juramentos de lealtad, Alaia ha vuelto para reclamar lo que una vez le arrebataron. Siete años atrás, el hombre que prometió amarla la humilló frente a toda la manada, eligiendo a otra como su Luna. Desterrada y con el corazón roto, Alaia ha resurgido con una nueva identidad y un solo objetivo: vengarse del Alfa que rompió su vida y recuperar a su hijo, al que creía perdido para siempre. Sin embargo, su regreso trae consigo verdades enterradas. Liam, su antiguo amor, comienza a cuestionar todo lo que le contaron sobre aquella noche trágica y la figura manipuladora de Agnes, madre de su hijo, y la sombra que rige sobre él. Mientras la tensión crece, Nolan, el enigmático hermano grmelo de Liam, se debate entre la lealtad a su familia y los sentimientos que Alaia despierta en él. En medio de intrigas, decisiones dolorosas y deseos prohibidos, la manada deberá enfrentar sus propios fantasmas. ¿Podrá Alaia cumplir su venganza o se verá atrapada en un amor que no estaba en sus planes? En esta batalla entre el deber y el deseo, el perdón podría ser su única esperanza... o el mayor error de su vida.
Ler maisLa noche era oscura, apenas iluminada por la pálida luz de la luna llena que se asomaba entre las nubes.
Los árboles en el bosque denso ondeaban con el viento, y las sombras parecían alargarse y retorcerse como si las mismas tinieblas quisieran atraparla. El silencio era roto únicamente por el sonido de su respiración entrecortada y el suave sollozo del bebé que sostenía entre sus brazos. Ella corría, el sudor le perlaba la frente y su cuerpo temblaba por el agotamiento. La criatura en sus brazos apenas tenía unas horas de vida, y cada vez que el bebé lloraba, su corazón latía más rápido, temiendo que el sonido atrajera a quienes la buscaban. —No... no puedo parar —se dijo a sí misma entre jadeos. Sus palabras eran apenas un susurro, pero le servían como mantra, una promesa que se hacía a sí misma y al pequeño ser que apretaba contra su pecho—. Debo protegerte... debo… No podía ceder. Sabía que si la encontraban, no mostrarían piedad. Sus pies descalzos se clavaban en las ramas caídas y el barro del suelo, pero el dolor físico no era nada comparado con el tormento que sentía en su alma. La sombra de su pasado la perseguía, y el miedo se asentaba en cada rincón de su mente. La traición, la pérdida, la desesperación. Todo aquello le pesaba como un yugo imposible de sacudir. A pesar del agotamiento que sentía, y del dolor punzante que recorría su cuerpo recién destrozado por el parto, su instinto de madre era aún más fuerte. No sabía qué había hecho para merecer este cruel destino, solo sabía que no podía permitirse detenerse. El bebé en sus brazos era lo único que la mantenía en pie. Miró su carita frágil y sonrosada entre las mantas desgastadas. Apenas podía creer que hubiera traído vida al mundo en medio de tanto caos. Su respiración era irregular, dolorosa, y sentía que las fuerzas la abandonaban con cada paso. Las sombras desdibujadas parecían girar a su alrededor mientras el mundo se desenfocaba por momentos, una señal clara de que su cuerpo había llegado al límite. —No llores… por favor, no llores —susurró con desesperación, tratando de calmar a la pequeña con movimientos suaves. Sus ojos, ya cargados de lágrimas, brillaban en la oscuridad. El crujir de ramas detrás de ella la alertó. Se detuvo de inmediato, ocultándose detrás de un grueso tronco de árbol, respirando tan bajo como podía. Sus perseguidores estaban cerca, podía sentirlo. Ella cerró los ojos por un momento, rogando en silencio que no la encontraran. “Por favor… que no me vean… que no me vean…”, pensó, rezando a la diosa luna que la escuchara, pero su ruego fue en vano. Unos pasos pesados resonaron a su lado, y una mano áspera y fuerte la sujetó del brazo, tirándola hacia atrás con brutalidad. El pánico la atravesó como una lanza. —¡Aquí está! —gritó el hombre que la había capturado, con una voz ronca y satisfecha—. Les dije que no se iría lejos. Ella luchó, intentando proteger a su bebé mientras era arrastrada, pero su cuerpo magullado no tenía la fuerza para oponer resistencia efectiva. El dolor físico y emocional la desgarraba desde dentro. Las lágrimas caían libremente por sus mejillas, y el terror apretaba su garganta. El mundo parecía desmoronarse a su alrededor. El hombre que la sujetaba era alto, con una barba descuidada y ojos crueles. La tiró al suelo frente a otro grupo de hombres que la observaban con desprecio y una sonrisa maliciosa en el rostro. —Te advertimos que no podías escapar —dijo uno de ellos, un hombre fortachón con una cicatriz que cruzaba su mejilla—. No puedes huir de tu destino. —Por favor… mi bebé… —intentó suplicar, pero su voz apenas era un murmullo. Sabía que no le escucharían, pero tenía que intentarlo. El hombre de la cicatriz esbozó una sonrisa fría antes de agacharse a su nivel. —Silencio, perra —gruñó el hombre que la sostenía. Sacó una pequeña botella de su bolsillo, llena de un líquido oscuro y espeso. Sin mediar palabra, le sujetó la mandíbula con una fuerza brutal, obligándola a abrir la boca. —No te resistas. No tienes elección —murmuró con una voz gélida. El líquido fue vertido en su boca antes de que pudiera siquiera comprender lo que estaba ocurriendo. El sabor era amargo, una mezcla nauseabunda de hierbas y algo más que no podía identificar. Intentó escupirlo, pero su garganta ya lo había tragado involuntariamente y esta comenzó a arder como si estuviera envuelta en llamas. —Eso será suficiente. Ahora, deja que el veneno haga su trabajo —ordenó el hombre antes de ponerse de pie. Los hombres se retiraron, dejándola tirada en el suelo junto al bebé que lloraba desconsolado. Ella intentó moverse, pero un dolor agudo comenzó a extenderse desde su estómago hacia todo su cuerpo. Gritó, pero fue sofocado por la parálisis que lentamente la invadía. Con la vista nublada, trató de estirar el brazo hacia su bebé, que lloraba desesperado unos metros más allá. Pero sus dedos apenas rozaron el borde de la manta antes de que el dolor la consumiera por completo. Unas botas negras se acercaron a ella, y aunque quería alzar la cabeza para ver quién se acercaba, no tuvo las fuerzas suficientes y su corazón se llenó de pánico de que algo le pasara a su pequeña. Su respiración se volvió superficial, entrecortada. Intentó gritar, pero su garganta ya no le respondía. Solo le quedaba un pensamiento antes de que todo se volviera negro: "Mi bebé...".Frente a la chimenea, el calor del fuego danzaba suavemente, arrojando sombras en las paredes y envolviendo a Nolan y Alaia en una atmósfera cálida y serena. Ambos estaban envueltos en una manta, y Alaia, con la cabeza apoyada en el hombro de Nolan, rompió el silencio que los había acompañado por un largo rato.—¿Cómo fue todo desde que me fui? —preguntó con algo de cautela.—Cada día hay más simpatizantes en la manada —comentó él con un tono suave, casi como si no quisiera interrumpir la paz del momento. —¿Cómo se sienten respecto a los cambios?Nolan acarició su mano, entrelazando sus dedos con los de ella, su mirada se suavizó al recordar el esfuerzo que había puesto en consolidar su liderazgo.—Están emocionados, apoyan cada mejora que hemos implementado —respondió con una sonrisa satisfecha—. Aunque no todos estaban de acuerdo al principio, han visto los beneficios. Cada día, la manada Silver Moon se hace más fuerte.Alaia asintió, contenta, pero no pudo evitar expresar una in
El ambiente cambió apenas se cerró la puerta y la atmósfera adquirió un matiz casi eléctrico, cargado de algo no dicho, algo que ambos sentían pero ninguno había pronunciado.Nolan respiró hondo, intentando calmar el torbellino de emociones en su interior. Sabía que estaba en un momento decisivo, uno en el que tendría que decidir si arriesgarlo todo. Antes de que pudiera articular palabra, Nolan notó que Alaia se había acercado mucho a él, tanto que podía sentir su respiración contra su piel.–¿Qué haces? –preguntó Nolan, reprimiendo una sonrisa mientras su corazón palpitaba con fuerza.Alaia lo miró con intensidad, sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas, y su voz salió apenas en un susurro.–Creo que lo sabes, Nolan –dijo, sosteniendo su mirada con una determinación que le hizo tragar saliva.–¿Alaia… hay… hay alguna oportunidad para nosotros? –le preguntó, sus palabras estaban cargadas de esperanza.Alaia esbozó una sonrisa traviesa y le hizo un gesto con el dedo.–Cierra los
Mientras regresaban juntos hacia el auto, Nolan no podía evitar que su mente divagara un poco más allá, imaginando lo que el futuro les podría traer. Quería preguntarle a Alaia si aún había una oportunidad para ambos, pero sabía que no era el momento adecuado. La paciencia que había cultivado como líder también debía aplicarla en el ámbito personal, aunque le costara. Sin embargo, sus deseos lo traicionaban. Cada célula de su cuerpo anhelaba besarla, abrazarla y hacerle el amor como lo había hecho antes. Esa tensión entre lo que quería y lo que debía hacer era una batalla constante en su interior, una que estaba dispuesto a librar, porque ella estaba de vuelta, y eso ya era un paso adelante.—No puedo creer todo lo que ha mejorado este lugar —comentó Alaia con tono de admiración, mirando los paisajes a medida que se perdían en la carretera.—Hemos hecho grandes cambios en los cultivos y sistema de riego, la economía está mejor que nunca —dijo Nolan con una sonrisa—. Tu apartamento
Algunos ancianos eligieron el camino del retiro, entendiendo que su tiempo en el poder había terminado. Otros, sin embargo, decidieron someterse a las pruebas, con la esperanza de redimirse y de servir de manera honorable bajo el liderazgo de Nolan. —Agradezco a quienes se quedan y a quienes han decidido retirarse —dijo Nolan, con voz firme, al finalizar la reunión—. Cada uno ha tomado la decisión que considera mejor, y eso merece respeto. Pero de ahora en adelante, Silver Moon no será un lugar donde la corrupción y la traición tengan cabida.Poco a poco, estos cambios comenzaron a tener efectos visibles en la manada. La seguridad aumentó, y con ello, el comercio y los cultivos empezaron a florecer. Los cambios le devolvieron la esperanza a las familias que habían sufrido bajo la opresión del pasado.Sin embargo, entre los miembros de la manada, comenzaron a surgir rumores. Con el orden restablecido y la paz regresando poco a poco, algunos se preguntaban si Alaia, la mujer que una v
El juicio de Liam se celebró en el gran salón de la manada, un lugar que en otros tiempos había sido testigo de reuniones, celebraciones y decisiones cruciales. Hoy, sin embargo, el ambiente era tenso, cargado de miradas que oscilaban entre la curiosidad y el juicio. Miembros del consejo y líderes de manadas vecinas observaban con atención, todos conscientes de la magnitud de lo que estaba en juego.Nolan se encontraba al frente, su postura firme y la mirada serena, observando a los presentes con una autoridad que parecía haber nacido con él. El anciano del consejo, quien había respaldado su liderazgo, inició el juicio.—Liam Ryker —pronunció su voz grave, y el eco de su nombre reverberó en el salón—. Hoy te presentamos ante la manada para responder por tus acciones y decisiones pasadas que han afectado la paz y estabilidad de Silver Moon.Liam, de pie en el centro, lucía pálido pero mantenía su altanería. Llevaba una expresión de desprecio mientras observaba a Nolan, sus ojos oscuro
Después de un tenso silencio, uno de los consejeros asintió en señal de respeto, consciente de que Silver Moon merecía una mejor gestión por parte de un alma con corazón y determinación.—Entonces, esperamos que cumplas con lo que prometes, Nolan —dijo, asintiendo con resolución—. Si realmente estás en condiciones de liderar, la manada lo verá y serán cada vez más los que te apoyan.Muchos sabían que, bajo el poder de Liam, sus negocios sucios habían sido encubiertos y favorecidos. Y ahora, con Nolan decidido a erradicar esa corrupción, sus intereses se veían amenazados.Uno de los consejeros, visiblemente molesto, se atrevió a replicar.—Entonces, ¿quieres decir que el liderazgo de Liam fue un error? —su tono era de burla y desconcierto—. Él ha sido Alfa durante años, y sus decisiones siempre se han enfocado en el bienestar de la manada.—No, sus decisiones siempre se enfocaron en su propio bienestar —replicó Nolan sin pestañear, con una seguridad que lo hizo sobresaltar y dar un pas
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