POV DE PRIETO.
El sol de la mañana en Roma golpea con intensidad contra el cristal de mi ventana, sus rayos dorados se filtran suavemente a través de las delicadas cortinas, iluminando cada rincón de mi apartamento.
Abro los ojos pausadamente, adaptándome a la claridad del nuevo día, y me levanto para darme una ducha matutina. Mientras el agua tibia recorre mi cuerpo, escucho el timbre de mi departamento resonar.
No me preocupo por interrumpir mi rutina matutina e ir a abrir, pues tengo la tranquilidad de saber que la empleada que lleva años trabajando conmigo, abrirá.
Al salir del baño, envuelto en una toalla de algodón que cubre la mitad de mi cuerpo, y me encuentro con la presencia de Priscilla, quien está sentada en el borde de mi cama.
—No has regresado a casa, imaginé que te encontraría aquí —se levanta, camina hacia mí con pasos calculados, coloca sus manos en mis hombros y esboza una sonrisa que antes me cautivaba—. Te he extrañado tanto estos días —me besa con suavidad.
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