Jennifer
—Dios, necesito esto —exclamo mientras tropiezo hacia la puerta trasera, con cuatro shots revueltos dentro de mí como máquinas de pinball descontroladas en un arcade. Apenas puedo manejar una bebida, mucho menos cuatro, pero no quise decirle que no al hombre, ya que fue tan amable conmigo, y a Kasyan no pareció importarle.
Jinx está en la misma posición que anoche, ya fumando un cigarrillo apoyada contra la pared de ladrillo, cuando llevo uno de los míos a mis labios.
—¿Me regalas fuego? —pregunto.
—Claro —responde, lanzándome su encendedor de plástico naranja.
—¿Qué pasa? —le pregunto, sintiéndome más segura gracias al alcohol mientras enciendo el cigarrillo bajo el aire fresco de la noche—. Te ves mal.
—Sí, “mal” sería quedarse corta —dice, mirándome de reojo—. ¿Has perdido alguna vez a un amigo?
Tengo que hacer una pausa, inhalando hondo el humo antes de responder. Pienso en mi hermana.
—Algo así —respondo.
—Pues yo perdí uno esta mañana. Murió en el hospital —explica Jinx