MARCELLO
Me acerco a la discoteca con vacilación al oír la música atronando desde afuera. Me quedo un rato al otro lado de la calle, observando a dos chicas que intentan ayudarse mutuamente a llegar hasta un coche mientras una de ellas vomita en su vestido.
Sé que es mejor no intentar ayudar, así que camino hasta la puerta principal y muestro mi identificación al portero, que de inmediato me deja pasar. Nunca me había visto por aquí, pero claramente conoce mi cara porque la forma en que me escanea de arriba abajo me dice que sabe algo sobre quién soy.
El exterior del local puede estar destartalado y en mal estado, pero nada me había preparado para el interior. En cuanto piso la zona principal de la barra, siento que los zapatos se me pegan al suelo. Me da asco y rabia haber venido con los zapatos más caros, pero no es que no pueda permitirme reemplazarlos.
El olor a cerveza y desodorante corporal llena el aire y me recuerda a las fiestas que solíamos hacer en los sótanos de mis amigos