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Pau movió la cabeza negando.

—Es raro que el abuelo se enoje, pero hoy lo está —expresó—, será mejor esperar a que baje con su nueva imagen. —Presionó sus labios.

—Te mereces un buen castigo —añadió Gabo—, además como no vas a la escuela, no sabes utilizar las tijeras, pudiste causar un accidente —indicó.

Angelito inclinó su rostro y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—La abuela dijo que le ayudaríamos a verse mejor —indicó—, y ahora a nosotros nos castigan —reprochó llorando.

—Ya hablaremos en casa —Pau mencionó y luego miró a Norita. —¿Tú le teñiste el cabello a tu abuelo? —preguntó.

La pequeña asintió, presionaba los labios para no reír, pero no lo pudo evitar.

—Angelito me dio la idea, se trajo un spray de Joaquín —declaró.

—¿Hurtaste un spray de mi tío? —indagó Gabo a su hijo—, ay no ya causaste una conmoción en la hacienda, debe estar vuelto loco, investigando quién fue.

Angelita miró a su papá e inhaló profundo.

—No, yo no hurté nada, ni sé qué quiere decir eso, suena muy fe
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