6

Carlos Gabriel regresó al bar con la esperanza de ver a Scarlett, como cada fin de semana, fue conducido a su mesa, ladeó los labios al verla bailando en el tubo, en medio de la pista. 

Enseguida le pidió a Violet los servicios de la joven, y fue a la habitación que le asignaron. 

La chica ingresó con temor, sus ojos buscaron con resignación al caballero que la había solicitado, al observar que se encontraba de espaldas, de inmediato supo que se trataba de Carlos Gabriel, su corazón se agitó sin evitarlo. Cerró la puerta para hacer ruido y que se percatara de su presencia.

—Estoy aquí —informó.

Gabo giró y la miró, notó que se veía más delgada que la vez anterior. 

—Hola —saludó—, veo que duró mucho el castigo —expresó con pesar. 

La joven ladeó su rostro, avergonzada.

—Por lo regular, así es para una vendedora de caricias, como yo. —Caminó hacia la ventana y se perdió con la vista de la panorámica.

A Carlos Gabriel se le secó la garganta al escucharla, suspiró profundo. 

—Me gustaría evitar estos sufrimientos —expuso y cuando se acercó al ventanal, y la luz evidenció en su piel, las marcas que tenía en los brazos, y piernas. —¿Te pegaron? —indagó aproximándose a ella, reflejándose en su mirada, observándola con seriedad. 

Scarlett inhaló profundo para no llorar y dejarse llevar por lo sensible que se encontraba, ya que las imágenes de lo sucedido, días atrás, la sobrepasaba.

—No quiero hablar de eso, no vale la pena —mencionó. —¿Puedo beber de tu trago? —indagó sintiendo como picaba su garganta.

Gabo la observó con pesar.  

—Comprendo —expresó al notar que ella no deseaba hablar de lo sucedido—. Dijiste que no ingerías alcohol —mencionó en tono de burla, para aligerar la tensión. 

—Y no lo hago, pero a veces es necesario —contestó—. En las películas embriagarse funciona bien —intentó bromear.

—No lo creo —respondió Gabo y la invitó a sentarse—. Hay heridas que no las sana ni el alcohol —expresó con seriedad. 

La mirada de Scarlett se llenó de lágrimas al escucharlo.

—¿Quieres que baile para ti? —indagó recordando como meses atrás aprendió deseando sorprenderlo el día de su noche de bodas.

—Está bien —contestó él, sonrió, y se acomodó en el sillón para observar el show. 

La joven apagó las luces y dejó encendida en donde se encontraba un tubo, para hacer parte de los privados, tomó el control del reproductor y eligió un tema que le venía bien: «Bird set free by Sia».

Los primeros giros que dio fueron en suelo, sujeta de uno de sus brazos al tubo; para luego dar un saltó, y sostenerse con fuerza. Rotó y quedó boca abajo y hacer su split y mover con firmeza, sus piernas; mientras sentía como su oscura cabellera, caía sobre su rostro, para dejarse caer y hacer tres piruetas apoyándose del piso laminado en tono madera.

Mientras la canción aumentaba el ritmo. Se elevó para dar varios giros, sostenida en sus brazos. Sintiéndose como un pájaro en libertad. Posterior a eso, invirtió una vez más su cuerpo, y sus piernas tomaron el control, mientras sus brazos se abrazaban. 

Para finalizar, descendió y pegó su ardiente dorso al tubo y con candentes movimientos de cadera, concluyó. Dejándose caer, danzando como nunca en su vida lo había hecho. Anhelando que algún día la pudiera perdonar y que sanara aquellas heridas, para que volviera a encontrar el amor en alguien más y siguiera con su vida.

Gabo contemplaba fascinado aquel show, la sincronización de los movimientos de Scarlett era perfecta. Las acrobacias que realizaba en un par de ocasiones aceleraron su pulso, pensando que de un momento iba a caerse, pero no fue así. Ella danzaba con naturalidad, y absoluta sensualidad. 

Luego de que finalizó, presionó con fuerza sus párpados para que corrieran las lágrimas, reguló el ritmo de su respiración y se quedó admirando su corpulento cuerpo que tanto le fascinaba, hasta llegar a sus flamantes ojos color chocolate.

—¿Qué deseas hacer conmigo? —cuestionó.

—Hoy solo deseo charlar —expresó y la invitó a tomar asiento, y empezó a narrarle parte de su vida, sin saber que ella lo conocía desde siempre. 

Aquella joven resopló con alivio fingiendo que no dolían los golpes que recibió, por lo que se acercó a él para escucharlo; sin embargo, que le hablara de su historia, ensombreció con mayor fuerza aquel momento.

—Tenías una vida de príncipe —bromeó mientras le robaba un sorbo de su bebida.

Gabo ladeó los labios, sonrió. 

—No todo lo que brilla es oro —declaró, y la miró a los ojos—. Háblame de vos, ¿por qué trabajas en este lugar? ¿Tienes familia, amigos? —inquirió bebiendo un trago de whisky. 

Scarlett tembló al escuchar sus cuestionamientos, no sabía mentir, por lo que le diría lo necesario sin descubrirse.

—Decidí trabajar para pagar una fuerte deuda que mi familia tiene —indicó al recordar que eso fue lo que le dijeron cuando la llevaron, solo que esa gente, se refería a una venganza parental y no algo monetario—. Mis parientes están lejos, no saben que estoy aquí, nadie en el mundo conoce con exactitud mi paradero —respondió intentando sonar tranquila.

Gabo suspiró profundo. 

—Comprendo —expresó y se aproximó a ella, delineó con la yema de sus dedos los labios de la joven—, es un precio muy alto, el que estás pagando —masculló con pesar. —¿Existe alguna forma de liberarte? —indagó elevando una de sus cejas—, estoy dispuesto a pagar lo que sea. 

Scarlett se estremeció al sentir aquella caricia. Cerró sus ojos con desesperanza al escuchar su propuesta y saber que si decía algo, ambos saldrían muertos del lugar.

—No la hay —respondió—. Firmé un contrato por mis servicios durante algunos años —mintió—. Solo me queda esperar a que pase el tiempo y pueda irme de aquí —mencionó intentando sonar calmada, mientras en su interior aquella chica asustada amenazaba con desbordarse.

Gabo se quedó en silencio, esa vendedora de caricias, tenía algo que le fascinaba. No solo era el sexo lo que lo llevaba cada fin de semana a visitarla, era un sentimiento más fuerte. Y aunque juró no volverse a enamorar luego del abandono de Paula María; la ternura con la que Scarlett lo trataba, lo hacían sucumbir. 

—Intentaré sacarte —sentenció y aproximó sus labios a los de la chica, la besó. 

Scarlett correspondió a ese beso que anhelaba tanto, sintiendo como su alma recobraba lo que hacía meses le habían robado. Su piel se estremeció al percibir las caricias, al encontrarse con su aterciopelada lengua. Fue como si su alma se uniera a la de él, sin necesidad de más. «Mi ángel, soy tu Pau», pensó ella misma.

—No lo hagas por favor, puedes meterte con esa gente en problemas —suplicó intentando controlar su respiración—. Una mujer como yo, no vale nada —argumentó—. Soy una perdida, una zorra que vende caricias —indicó con tristeza—. No te preocupes por mí, sigue tu vida y no mires atrás. Confío en que después de todo lo que has pasado, volverás a sonreír algún día —refirió con dulzura.

*****

A los quince días siguientes, Carlos Gabriel estaba listo para realizar la mejor transacción de su vida, se acomodaba la chaqueta cuando su amigo, y abogado: William ingresó. 

—Estás consciente que no va a ser tan fácil liberar a la chica —advirtió—, conozco bien como se mueve ese bajo mundo, te van a pedir más dinero, hasta el día que no tengas la cantidad que ellos solicitan. 

Gabo arrugó el ceño, y bufó al oír a su amigo. 

—No pierdo nada con intentarlo —expresó con la voz llena de ansiedad. 

—¿Dos millones de dólares no son nada para ti? —cuestionó el joven—. Esa mujer debe ser una experta, para que estés dispuesto a pagar tanto por ella. 

Carlos Gabriel golpeó con sus puños el escritorio, William se sobresaltó. 

—Scarlett es más que una meretriz, es diferente a todas, yo estoy enamorado de ella, y no voy a permitir que nadie le falte el respeto. 

William levantó sus brazos en señal de paz. 

—Es hora —informó al mirar el móvil y recibir el mensaje del guardaespaldas que contrataron para acompañarlos. 

Instantes después, el joven Duque, llegó al bar, ingresó a la oficina del administrador, decidido a desembolsar dos millones de dólares por la libertad de Scarlett, ese era el precio que le habían solicitado. 

William y el guardaespaldas tomaron asiento en la sala de espera, sin embargo, antes de que se diera inicio a la transacción, el administrador solicitó entrevistarse a solas con el joven Duque. 

Carlos Gabriel ingresó a la oficina, y tomó asiento. 

—¿Qué sucede? —indagó sintiendo un ligero nerviosismo. 

—El patrón solicita más dinero por la mercancía, quiere cinco millones de dólares —informó recargando su espalda en el sillón, observando atento al joven. 

Gabo se llevó las manos al cabello, era demasiado dinero, y no disponía de esa cantidad, si lo desembolsaba perdería toda la fortuna que le entregó su padre y su tío días antes de la boda con Pau. 

—Es mucho dinero —rebatió. 

—Eso es lo que vale la libertad de aquel maravilloso ángel. ¿Hacemos el negocio? —indagó con cinismo. 

Carlos Gabriel tensó su mandíbula, apretó sus puños con impotencia. 

—Necesito unos días para reunir esa cantidad. 

—No hay más plazo —habló con firmeza el hombre y colocó una pistola encima del escritorio—, por cierto, si vas con la policía, la bella chica se muere —advirtió, miró a los escoltas que custodiaban en la puerta, y dio una señal. Ambos corpulentos hombres levantaron a Gabo de la silla de un solo golpe—. Esperamos cumplas, y seguirte teniendo por acá. —Carcajeó y lo sacaron de la oficina. 

Carlos Gabriel salió respirando, agitado, lleno de impotencia, abandonó el cabaret, sabía que se había metido en un negocio ilegal; sin embargo, deseaba encontrar la forma de sacar a Scarlett de aquel lugar.

El fin de semana siguiente volvió a visitarla, a charlar con ella, a recibir sus caricias; sin embargo, no le dijo nada de la transacción fallida, y así iba pasando el tiempo, él visitándola, buscando la manera de liberarla, y llevarla con él.

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