Las palabras de Gabo ardieron como hierro recién calentado en su pecho.
—Intentaré verte lo menos posible —indicó con un nudo en su interior—. Espero que seas feliz con tu pareja —refirió con sinceridad—. No podré hacer nada si algún día decides sacarlo de tu vida, eso será decisión y responsabilidad tuya, no mía, porque para mí no es agradable tener que estar discutiendo, no estamos acostumbrados a eso en nuestro hogar mencionó, por lo que evitaré estar cerca de ti —señaló con tristeza.
Gabo resopló al escucharla.
—Jamás he venido a esta casa con intenciones de discutir, creo que no lo he hecho —expresó frunciendo el ceño—, ya no soy el mismo de antes, y comprendo que ahora ya no me conozcas como en el pasado, he madurado, y deseo lo mejor para mi hijo —expresó con sinceridad—, y eso incluye su estabilidad emocional, jamás haré nada que lo lastime, no soy ese tipo de personas, aunque vos tengas una idea equivocada de mí —expresó y la miró a los ojos—, sería más sencillo ser amigos