Apóstoles Misiones, Argentina.
Paula María no pudo evitar reírse.
—La abuela no es una bruja —aclaró—. A tu tía le encanta molestarla diciendo que lo es—. Lo más que puede hacer es aparecer cuando le conviene y desaparecer de la misma manera —indicó.
—Pero si la abuela te hace sentir mejor, podemos llamarla para que venga a jugar —mencionó Gabo, y sonrió—, era muy divertido jugar con ella. —Miró a Pau recordando sus años de adolescencia—, aunque le gusta hacer trampa —susurró bajito.
Angelito negó con la cabeza y limpió sus lágrimas.
—Me dijo que está en una misión secreta —explicó—. Que estaba vigilando a alguien, ¿será a tu papá? —preguntó a Gabo—, a ella le gusta el abuelo Miguel y Carlos —susurró—, la vi en el comedor intentando pellizcarlos —narró bajito.
—No se inmuta al ser un ángel —Pau sonrió. — ¿A quién estará vigilando? —se preguntó al recordar sus largos periodos de ausencia. —¿Quieres jugar con tu papá, mientras les preparo algo rico para que pasemos la tarde juntos? —cu