Entonces, noto que Amanda me mira con una ceja levantada y una sonrisa de lo más sarcástica, lo cual me pone en alerta
―También he ido a la costa de Marruecos y es preciosa―le responde Amanda, quien me da una sonrisa ladina― a que es hermosa, ¿verdad, Valery? ―inquiere y ahora me doy cuenta de que no tengo que lidiar con dos pirujas, sino con tres.
Sin embargo, yo tengo lo que ellas más codician por aquí.
A Dylan, por supuesto.
―Lo cierto es que debo confesar que no he viajado mucho―le digo con una sonrisa.
Pero, en lugar de sentirme intimidada por sus fantásticos viajes y tal, miro a Dylan con una sonrisa y a él se le ilumina la cara, así que le paso mi mano por su mejilla y él besa la palma con delicadeza y me permito perderme en el azul de sus ojos, lo cual hace que una de ellas carraspee incómoda.
¡Ja!
Ya van a saber quién soy yo.
Así que salgo del embeleso de Dylan y miro nuevamente a Amanda.
― ¿En qué estaba? ―le digo, como si en verdad estuviera extasiada―ah, sí, te dec