—¡Buenas tardes! —Saludo la señorita con el tic nervioso en el ojo derecho—. ¿Pedirán la misma habitación?
Alexander la vio con una enorme sonrisa en su rostro, malévola, rencorosa y que claramente reflejaba que había hecho algo malo.
—De hecho venimos a saludarla, las llaves nos las llevamos porque recuerde pedí una semana para estar aquí —guiño un ojo y la mujer se mordió la lengua, lo había olvidado por completo y lo peor era que su jefe estaba allí.
—Disculpe señor —dijo la joven respirando profundo, pidiendo disculpas a ambos hombres que estaban cerca de ella.
Nos retiramos pronto de allí y escuchamos como aquel hombre estaba pegándole cuatro gritos a la mujer que no respondía ni una palabra ante lo que decía su jefe. Me recordó a mi cuando Alexander llegaba de mal humor a pegarme gritos como si fuera una niña.
Y mientras Alexander se reía a carcajadas de ella, yo solo poda sentirme mal y arrugar la cara.
—¿Qué te sucede? —pregunto el, callando sus risas—. ¿Estás bien? te noto a