Lo tenía allí encima de mí con esa cara seria que solo ese hombre tenía, seductora, se notaba tranquilo como un atardecer y eso me atraía aún más hacia él.
—Lucia…
Trague saliva al ver como pronuncio mi nombre con esa voz ronca.
Sus manos comenzaron a desnudar mi cuerpo, paseaban por el como si estuvieran de paseo y aquellos toques me dejaban una sensación deliciosa a la que mi cuerpo no podía negarse. El calor de su cuerpo era palpable, cubría por completo el mío sin dejar ni un solo espacio y sus dedos se aseguraban de que fuera de ese modo.
Su boca jugo con la mía durante un largo rato hasta que nuestras respiraciones no pudieron seguir adelante y fue cuando Alexander comenzó a desnudar mi cuerpo quitando pieza a pieza hasta que quede por completo desnuda frente a él.
Con una mano Alexander me dio la vuelta quedando de espaldas a el sobre aquella cama, pegue mi nariz a las sabanas y aspire todo el olor que desprendía de ellas… el olor de Alexander impregnaba mi nariz.
—¿Qué- que ha