-¡Ah, más! - esa frase había salido de mi boca cuando lo tuve sobre mí, con su cuerpo adentrándose en el mío como si le perteneciera, como si fuera suya y el fuera mío.
Pero mi burbuja se rompió al estallar nuestros cuerpos en un orgasmos sublime, uno que quedó a medias para cuando el líquido blanquecino escurría entre mis piernas y su cara de dolor, que traspasaba el antifaz, me corroía.
Él me había usado, como yo lo hice con él, bajo mi consentimiento y sin ninguna aprehensión lo dejé entrar en mí y poseerme. Quería saber hasta donde llegaba, cuan sumiso podría ser o si realmente era un lobo en piel de oveja y la realidad me dio una bofetada peor que las que le había dado a él.
-¡Ángel! ¡Angelito, vuelve aquí! ¡Maldita sea, maldito ángel, malditos todos!
-¡Queen, para por favor para!
No podía parar, ese maldito se había aprovechado del poquito de libertad que le había dado y ¡había acabado dentro de mí!
-¡Qué mierda! Luz, tráelo de vuelta, lo necesito aquí, dile que vuelva o t