La verdad al desnudo.
¿Qué si estaba nervioso por nuestro reencuentro? Pues claro que lo estaba. Hoy sería el día de volver a ver a mi Moritas como la diosa de fuego. Ella cree que no he visto las pelucas y sus cosas en ese tremendo guarda ropas que se gasta, pero la verdad es que ya sabía, incluso, la clave de su puerta secreta.
Una noche la vi levantarse a duras penas después de haber tenido una maravillosa tanda de sexo y con cuidado me acerqué a ver lo que estaba haciendo. Estaba sentada llorando con unas fotos en sus piernas, se veía tan desprotegida que no atiné a nada más que acercarme y abrazarla.
-Moritas...
-Lo... Lo siento ¿te desperté? -me dice colocando su cabeza en el hueco de mi cuello.
-No te vi en la cama y perdón, pero escuché tus sollozos ¿pasa algo malo? ¿quieres contarme?
-Solo es una fecha que se acerca y que me tiene mal, pero ya pasará. Ve a la cama, ordenaré esto y ya voy contigo- suspiro frustrado porque eso es lo único que puedo hacer con ella, desde que estamos juntos no hay día