DANNA
Entré en pánico y comencé a tiritar al percibir un frio repentino recorrer mi espina dorsal. Bajé despacio cada escalón, hasta quedar de pie junto al charco rojo que nacía de su cabeza.
—Ro… ger. ¿Ro… ger? —lo llamé, con la esperanza de que respondiera pero ya era tarde. Estaba muerto.
Me abracé a mí misma negando, mientras entraba en pánico por todo lo que había ocurrido.
«¿Qué voy a hacer?», susurré.
—¡¿Danna?! —Oí a mi espalda y respingué del susto—. ¡¿Pero qué has hecho?! —me giré para encontrarme con la esposa de mi hermano, quien me veía de manera acusatoria.
Negué de inmediato con la cabeza, mientras ella, fríamente se acercaba al cuerpo y lo ojeaba.
—Yo no…
—Lo has matado… has matado a tu propio esposo, al padre de tu hijo —reprochó, luego de que se inclinara y posara sus dedos al cuello de Roger, revisando el pulso—. ¿Qué pasará ahora?
—Te juro que yo no… no fue a propósito, él iba a matarme, solo me defendí… no, no lo maté, fue un simple accidente. No, no, no lo maté,