SABRINA
Había días en que la pinchaba y le hacia preguntas sobre él, pero ella prefería evitar la charla y cambiaba de tema de inmediato. Quería advertirle de que Piero pronto le diría la verdad, pero me guardaba mis ganas, respetando la situación de Leo tal y como me lo hizo prometer mi encantador novio.
A los tres meses, por fin nos reencontramos en Los Ángeles, tiempo en el que gracias a los artículos que había preparado, conseguí una prueba de dos meses en el periódico Los Ángeles Time.
Creía que por fin todo en mi vida se estaba acomodando, por lo que cuándo Piero me propuso matrimonio en la tina, luego de cinco horas en que rellenamos más veces de lo imaginado la bañera, le dije que sí sin dudar.
—¿Quieres que la ceremonia sea aquí o en París? —preguntó y negué.
—Tengo una mejor idea… pero no sé si te agrade.
—Creo que en estas condiciones. —Tiró de mis piernas para que rodearan su cintura—, podría decirte que sí a cualquier locura.
—Pensaba en una ceremonia religiosa sencilla,