Sabía que tenía algún paquete de cigarros guardados en algún lado, pero no los encontraba, corrió a su coche para revisar allí y encontró uno. Decidió fumarlo mientras caminaba.
Su padre, que había escuchado los pasos y algo de ruido, se encontraba yendo hacia ella, viendo que su hija no podía dormir. Y no era para menos, Alejandro había decidido cumplir una sentencia de quince años, antes de aceptar casarse con ella. Desde luego que eso tenía a la pequeña Abigail destrozada.
—Abi…Es tarde. Pensé que lo habías dejado.
—Y lo hice, pero estoy con ansiedad.
—Lo siento.
—No lo sientas. Cambia las condiciones, mejora la oferta y busca la manera de sacar a Alejandro de allí. Ayuda a que mi ansiedad mejore o no sabré de lo que soy capaz.— Le amenazó.
Arrojó el cigarro al suelo y lo pisó varias veces, después corrió de regreso al interior de la casa en aquella fría madrugada.
Odiaba pensar que Alejandro se quedaría en la cárcel, él era inocente.
[…]
Se sentía cruel al haberse aferrado a la id