La llegada de Alejandro y su abuela Julia al pequeño pueblo había sido un viaje de emociones encontradas, no solo para los Fendi que se verían con Ariel, sino para ella, incluso para Norman que no se esperaba que Alejandro hiciera una aparición tan rápida en la vida de Ariel.
Al ser escoltados al coche por el chofer y un guardaespaldas, ambos se dirigieron hacia la casa que Alejandro había preparado para su estadía.
Quedaba en el centro del pueblo. Una de las tantas casas vacías que el compró en aquel lugar.
La residencia, seleccionada y equipada con todo lo necesario para garantizar su comodidad y privacidad en el tiempo que ellos estuvieran allí, era el escenario perfecto para pasar un fin de año en tranquilidad y armonía, ahora tan solo hacía falta la compañía que más se añoraba.
La de Ariel.
Al llegar, Julia observó la casa con una sonrisa de satisfacción. Ya sabía que era un lugar pequeño, tranquilo, no se trataba de una ciudad, ni menos una capital. Tan solo un pequeño pueblo, c