"Juniper", gruñó la voz. Se le encogió el corazón. No conocía la voz, pero le parecía casi demasiado familiar. "Tienes 48 horas para hacer lo que te digo".

No podía respirar. Hubo una pausa en la línea, y entonces llegaron las palabras aterradoras.

"Tu hijo estará perdido para siempre después de eso".

A Juniper se le hizo un nudo en el estómago, y la amenaza le oprimió el pecho. Sintió el teléfono pesado en la mano mientras respiraba con más fuerza. "¿Quién habla?" "¿Qué quieres?", preguntó, pero la persona al otro lado se limitó a reír suavemente, como diciendo: "¿Qué quieres?".

La voz no respondió directamente a su pregunta, pero era evidente que el tiempo se agotaba. Los pensamientos de Juniper corrían a toda velocidad. ¿Era un juego? ¿Una treta cruel? O peor aún, ¿Rhett finalmente había hecho su jugada?

Hundió los dedos en los laterales del teléfono y, al arrebatarle el terror, lo apretó con más fuerza. Miró a su alrededor, sintiendo el pesado silencio del piso cerniéndose sobre e