El punto de vista de Gabriela
Desde aquí arriba puedo ver la ciudad y debo decir que me encanta lo bonito que es este paisaje. Tras nuestro breve viaje, él se detuvo en algún lugar. Era un terreno privado que pertenecía a su madre y que él compró al banco cuando empezó a ganar lo suficiente. Desde entonces, empezó a venir aquí.
Me produce mucha nostalgia.
Las luces de la ciudad son preciosas desde aquí arriba y me quedo sin palabras. Estamos sentados en el capó de su coche, contemplando el hermoso cuadro que tenemos delante.
«¿A que es precioso?», me pregunta.
Lo miro. «¿Como yo? Sí», bromeo.
Él se ríe. «Sí. Es precioso como tú. Estás guapísima esta noche, Gabriela».
Le miré con el ceño fruncido y puse morros: «¿Solo esta noche?».
«Todos los días».
Sonreí por su cumplido y volví a fijar la mirada en el paisaje que tenía delante. «Dijiste que esto era propiedad de tu madre. ¿Cómo lo perdiste?», empecé a entablar conversación.
«Tenía 12 años cuando mi madre vendió esto para pagarse la