El punto de vista de Gabriela
Miguel detuvo el coche delante de nuestra casa y me miró. Me sonrió antes de salir y abrir la puerta de mi lado, después me explicó lo de su brazo y yo lo acepté.
«He pasado una noche estupenda. Gracias por traerme a tu salvación», murmuré.
«No hay problema. Me veo contigo, así que comparto el hermoso paisaje que he estado viendo todas las noches».
Sonreí con firmeza: «¿Has estado yendo a ese lugar últimamente?».
«Sí. Cuando estoy estresado y cansado, siempre voy a ese lugar a hacer un picnic para al menos relajarme. Pero desde que nos conocimos, eso ha cambiado».
Su personalidad es genial. Empiezo a arrepentirme de mis planes, pero ya estoy aquí. Ahora no hay vuelta atrás.
«Sobre el beso...», murmuró Miguel.
Niego con la cabeza para calmar su preocupación. «No te preocupes, Miguel. No estoy enfadada y puedo decir que me gusta. Sé que fue repentino, pero no me sentí acosada».
«No siempre soy así. Nunca he besado a una mujer sin su consentimiento, pero cu