Keira
—No.
—Pero Keira…
—No, no y no. Saca esa idea de tu cabeza, Irlanda. No voy a ir contigo a New Haven. ¿Recuerdas qué dijo mi padre cuando me fui?
—Lo sé, pero…
—Pero nada, ya eres una adulta. Solo ve, diles que te casaste y asume las consecuencias.
—¡Eres una pésima hermana! —Se queja con una voz tan chillona que me obliga a alejar el móvil de mi oído.
—Sí, lo soy. Te dejo, estoy recibiendo otra llamada.
Termino la conversación con mi hermana y me sorprende leer el nombre Sebastian Decker en la pantalla de mi móvil. ¡Me está llamando! Mi mente se traslada al ayer, a todo lo que sentí la noche en la que, sin duda, me hizo suya.
Pensamientos traicioneros e inoportunos ¿por qué me sublevan ante él sin siquiera haber escuchado su voz?
Me asusta lo que el impacto de la vibración de sus cuerdas vocales le puedan hacer a mi cuerpo, este que ha soñado despierta con sentir de nuevo su tacto, su lengua, su poderoso miembro deslizándose en mi interior hasta que su nombre estalle en mi boc