Capítulo XXXIX

Transcurrió alrededor de una horaentre divertidas charlas y un par de chistes en doble sentido que lograban hacer que las mejillas de la pelirroja ardieran al mismo tiempo que sus pliegues humedecían aún más mientras su mente imaginaba lo que Eizan haría con ella. Finalmente aparcaron en una lujosa y extravagante cabaña alejada completamente de cualquier civilización en varios kilómetros a la redonda, era como si solo existieran ellos dos en ese preciso instante y todo lo demás quedará en un segundo plano incluso lo vivido en años pasados.

—¿Estás lista para recordar lo que se siente ser mía?—inquiere a unos pocos metros de la entrada principal tomando a Adara por la mano entrelazando sus manos. De inmediato esta asintió con un enorme sonrojo.—Vamos caperucita que aún no devoro tu lengua.

—¿Porque me has traído hasta aquí?—Pregunta aún cuando en el fondo sabe la respuesta pero ansiaba fervientemente escuchar la respuesta, como si aquello le produjera alguna clase de placer.

—Sabes de
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