Capítulo 20. Un misterioso visitante.
Lidia ya había cerrado el libro de turnos, la clínica odontológica esa tarde estaba en sus últimos minutos de movimiento.
Había sido un día agitado, con revisiones, urgencias de ortodoncia y llamadas que parecían no acabar nunca. Se acomodó el guardapolvo blanco, apagó el monitor y suspiró, lista para irse.
Soñaba con llegar a su departamento, darse un baño con agua tibia y ponerse ropa cómoda. Lo mejor de las jornadas de trabajo era el momento en que terminaban.
Estaba guardando unos documentos en el archivo cuando la puerta de la recepción se abrió con un sonido seco. Ella levantó la vista, sorprendida.
Un hombre alto, de cabello castaño claro y ojos azules, entró con un aire desenfadado. Vestía una chaqueta gris y llevaba un maletín en la mano. Sonrió como si no advirtiera lo inoportuno de su visita.
—Disculpe, ¿todavía atienden? —preguntó, con aire desconcertado.
Lidia esbozó una sonrisa profesional, aunque por dentro bufaba.
—La clínica ya está cerrando, señor. ¿Necesita turno?
É