Días después de que Kisa se instaló en la mansión, los almuerzos se volvieron un momento exclusivo entre ella y Coral. Antes, Coral solía compartir la mesa con Magalí, pero Kisa pronto notó lo incómoda que la pequeña se sentía en su presencia. Por eso, tomó la decisión de evitar aquellas situaciones y crear un espacio seguro donde Coral pudiera comer tranquila.
Una tarde, como de costumbre, Kisa y Coral estaban almorzando solas. La comida transcurría en calma hasta que Magalí entró al comedor y, sin pedir permiso, tomó asiento junto a ellas. Su presencia rompió el ritmo habitual de la hora del almuerzo, y aunque Kisa intentó ser prudente y permanecer serena, no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. Magalí no dijo nada al principio, limitándose a comer en silencio, pero el desagrado en el ambiente era notable.
Al terminar, Kisa miró a Coral con una sonrisa dulce.
—Ve a tu habitación, cariño. Iré contigo en un momento.
Coral obedeció sin dudar y salió del comedor. Kisa comenzó a recoge