El tiempo corría tan rápido como los autos en los que estaba Curthwulf y Bratt. Ya eran las cinco de la mañana y aún no encontraban un solo rastro de Lowell o los demás que habían sido secuestrados.
Los refuerzos, ya habían llegado al país y se movían rápidamente para poder encontrar el lugar donde ellos se encontraban secuestrados. Pero, ni con más de cien personas desplegándose, era posible encontrarlos.
— Ya está por amanecer. — dice Curthwulf golpeando el volante.
— Esto no es una tarea fácil, pero, recuerda que estamos siguiendo el rastro de ellos. Pronto vamos a encontrar algo. No debes darte por vencido.
— El tiempo corre, Gustav puede estar cortándole un brazo a alguno de los niños o a mi cuñada, solo para sentir placer y yo estoy aquí, perdiendo el maldito tiempo.
— Estamos haciendo lo posible — dice Bratt.
— Eso no es suficiente. No puedo regocijarme en esta excusa absurda, simplemente no puedo. — se queja Curthwulf mientras Bratt recibe una llamada.
— Es Carlos.
— Ponlo