He intentado procesar lo que me ha contado Damián de la manera más madura posible. Pero me cuesta tanto mantener la compostura mientras le terminan de hacer los chequeos necesarios para dejarlo ir. Sólo de escuchar cómo presenció el asesinato de su hermano y madre, me dejó helada, después me dejó tan adolorida.
Aun así, he esperado pacientemente durante todo el día, la noche y esta nueva mañana. Los cambios en la vida de Damián han sido tantos en tan poco tiempo, que los doctores me recomendaron solicitar la asistencia de su psiquiatra al saber que se atendía con uno.
También parece que el doctor Alexander está muy interesado en el caso de Damián, porque aceptó viajar hasta acá para atenderlo. Si Alexander está de acuerdo con que le den de alta, le darán de alta. Después de estirar mis piernas caminando un par de horas de aquí a allá, y comiendo, aguardo fuera de la habitación de mi esposo.
Por fin, Alexander sale. Me enderezo y dejo de recostarme de la pared.
—¿Cómo está Damián? — le