Aegan saco su cabeza del agua, con las gotas salpicando sus mechones de cabello húmedo mientras una brillante sonrisa eclipsaba la oscuridad en su mirada.
—Cuanto mas tardes en saltar será peor—advirtió el a Lyra, con una mirada brillante.
—Ya estaría en el agua si no me hubieras dicho que estaba helada, tonto—se quejo ella, mientras tiraba de los bordes de su remera hacia abajo, cubriendo su ropa interior mientras sopesaba por cuarta vez aquella estúpida idea.
Una parte dentro suyo estaba enfadada por haberle hecho caso a Aegan y seguirlo hasta allí; era esa misma parte la que le suplicaba con desesperación volver a la casa y quedarse tranquila allí, segura. Sin embargo, Lyra también tenia que confesar que aquella situación le generaba cierta adrenalina, una que la hacía sentir viva.
En toda su vida, ella jamás había tenido la oportunidad de decidir absolutamente nada. Lyra se había convertido en la muñeca perfecta de sus padres. Sin embargo, para convertirse en eso ella había sac