Emma abrió los ojos como platos, consternada al oír semejantes palabras.
¿Ella? ¿Arrodillarse ante una insulsa perra de clase baja porque quisieron matarle a su bastarda? ¡Jamás! Frunció el ceño y miró a la castaña con evidente desprecio.
Hannah, con gesto resuelto, se limitó a comentarle a su jefe.
—Señor Cook, ¿tiene las pruebas que demuestran sus palabras?
El varón volteó hacia ella y asintió con la cabeza.
—Por supuesto, señorita Roth. La señorita Becker no es tan inteligente como cree; fue muy fácil dar con ella.
Aquellas palabras calaron en la pelirroja, haciéndola sentirse ofendida, pero se mordió el labio y se tragó sus protestas, porque sabía que ahora nada dependía de ella.
—Entonces, me gustaría que fuera a prisión lo más pronto posible.
—Perfecto. Me encargaré de eso ahora mismo.
Andrew sacó su celular, listo para llamar a la policía, pero unos pasos presurosos lo interrumpieron.
—¡No, detente, no lo hagas! ¡Mi padre me matará si termino en la cárcel!
Ella estiró los brazos