Katherine continúo admirando el obsequio como si en su vida, nadie la hubiera agasajado, quizá se debía a que hace un tiempo que los regalos dejaron de emocionarla como esa guitarra.
—Te la has ganado —le anunció con una genuina sonrisa.
—¡Perdón! —dijo él confuso y sorprendido.
—¿Qué más, tonto? La canción —añadió torciendo la mirada—. Te advierto, solo una y la que yo quiera.
Daniel asintió sonriendo, entonces la joven se acomodó y se dispuso a afinar la guitarra antes de comenzar a tocar una de su preferencia. Mientras que duró la canción, él solo llegó a contemplar a la Katherine que parecía emerger de lo más profundo. Una más apasionada, más natural, sencilla y sin máscaras. Una chica que sin duda era digna de admirar. Esta mujer podía no solo meterse en su cabeza al límite de hacer cosas de las que antes no era capaz, sino que podía arrastrarlo con ella y hacer que olvidara todo el caos de vida que tenía. Era simple, ya no existía la pugna entre él y sus sentimientos. Sentirs