El ser una desconocida ante todos, le incomodó. La convertía en el centro de atención, aun cuando resultase excitante para algunos, en ella los efectos eran contrarios, por lo que llegar a las caballerizas le proporcionó una huida práctica y conveniente para dejar de sentirse observada y a la vez, siendo tan complacida por rostros sonrientes y asentimientos de aceptación como la señora de la casa. ¡Ash!, esa palabra era tan perturbadora como la otra y se encontró dando vuelta al anillo en su dedo de manera inconsciente y soltando un respiro de resignación.
—¡Buenos días! —La voz de un hombre la exaltó.
—Buenos días —respondió girándose para quedar de frente con quien la saludaba.
Era alto y delgado, con unos hermosos ojos cafés, perfilado y de piel olivácea que adjudicó al sol, vestía pantal&oa