De nuevo la mirada sospechosa, de nuevo el semblante incrédulo y de nuevo le sostenía la mano debajo del mantel. Otra vez la abuela de Deanna había preparado bocadillos y café y otra vez nadie comía. Pero había un nuevo factor en esta situación que se repetía: Leonard.
- ¿Quiere que le crea todo lo que me dice después de como vi llorar a mi hija por su culpa? – Lo cuestionó Philippa con la voz grave.
- No tengo manera de disculparme ni con usted ni con Deanna –
- ¡Sin dudas! Déjeme decirle que es un sinvergüenza –
- ¡Mamá! –
Daniel no podía defenderse porque Philippa tenía razón.
- Vino aquí aquella vez argumentando que estaba enamorado de Deanna y todo lo que terminó haciendo fue herirla. Le dije que iba a ocurrir, pero ella insistió e insistió en que usted no era de esa manera –
- Es peor –
Acotó Leonard y Deanna lo miró con un gesto de sorpresa. Se suponía que estaba allí para darle apoyo, pero solo aprovechaba las oportunidades para defenestrarlo. Y lo estaba disfrutando.
- Tú cál