15° Hasta que caiga el primer mundo.
Rahyra pasó toda la tarde con las viudas silenciosas, y cuando caminó hacia la salida no supo cómo sentirse. La organización de mujeres era bastante peculiar, y le asustó lo dispuestas que estaban para asesinar a su ornen sin consideración, pero al menos se encargarían de los trabajos desagradables como leer y aprobar todos los matrimonios del reino.
Cuando salió a la calle la noche ya había caído y Sr Eliver estaba inquieto y con ganas de meter la cabeza dentro del lugar.
—Ya estaba ansioso, majestad —le dio y ella le puso la mano en el hombro para que se calmara.
—Estoy bien, Sr Eliver, volvamos al castillo —le dijo ella y cuando se volvió hacia la calle no encontró el carruaje — donde está…
—Se fueron —le dijo él — el conductor dijo que tenía que hacer un recado del rey y que volvería en quince minutos.
—¿Y hace cuanto se fue?
—Unas dos horas — Rahyra miró alrededor, las calles estaban comenzando a quedarse vacías y el cielo se oscureció, solo algunas antorchas mal distribuida