—¿Lo apruebas? —indagó el director a Juan Andrés.
—A mí me parece perfecto —contestó, y miró a Paula. —¿Qué opinas tú?
—Yo no tengo palabras, es maravilloso —respondió ella y suspiró.
—Y salgo yo ahí —intervino Christopher, y pegó un brinco de emoción. Todos rieron al ver al niño.
Luego de despedirse del director, volvieron al auto, Paula exhaló un suspiro.
—¿Qué hacías vendiendo jugos en la calle? —cuestionó.
Juan Andrés giró para verla, antes de encender el auto.
—Te dije que quería conocer tu mundo —mencionó.
Paula ladeó los labios, lo observó con ternura.
—Gracias por hacerlo, pero ya te habrás dado cuenta de que no ha sido nada fácil. Las personas como don Fulgencio, como yo, nos sacrificamos mucho para conseguir el pan —expresó con orgullo.
—Lo sé —contestó—, y por eso te admiro.
Paula se mordió el labio inferior, sintió su corazón acelerarse.
—También te admiro —susurró.
Juan Andrés sintió su pulso acelerarse al escucharla, encendió el vehículo y emprend