Los estruendosos gritos de Joaquín se escucharon hasta la cocina, los pequeños entraron despavoridos y agitados, y se metieron bajo la mesa.
—¿Qué le hicieron a mi papá? —indagó Malú.
Y antes de que los niños hablaran, el abuelo Joaquín apareció en la cocina, con el rostro cubierto de lodo.
—¡Ave María Purísima! —exclamó Inesita, mientras colocaba las gotas de valeriana en una taza con agua—, patrón aún faltan unos meses para Halloween.
—¡No me parece gracioso Inés! —refutó él.
María Paz abrió sus ojos de par en par, y no pudo aguantar las carcajadas. Malú inclinó la cabeza buscando debajo de la mesa a los niños, pero en realidad se estaba riendo al ver a su papá. Mafer simuló voltear a lavar unos trastes para reírse a gusto.
—¿En dónde están esos demonios? —cuestionó resoplando—. Miren como me dejaron, y hasta se atrevieron a llamarme: Monstruo del pantano.
Todos en la cocina estallaron en grandes carcajadas.
—Ellos dijeron que te verías más guapo y joven, abuelo —mencionó Cris