—¡No! —gritó Juan Andrés—, se removía desesperado en el sofá. —¡David! —sollozó. —¿Por qué lo hiciste? —cuestionó.
Paula se estremeció por completo, al escucharlo desesperado, volvió a ponerle los fomentos de agua, pero él se movía inquieto, lloraba desesperado, como si fuera un niño desconsolado.
—¿Quién será ese tal David? —indagó. —¿Sería algún hermano? O ¿Alguien que le hizo daño? —cuestionó pensativa. —¿Será por eso que eres tan insoportable? —cuestionó y sintió pesar de él, por primera vez se veía tan indefenso y desvalido, y ella sabía a la perfección lo que era sentirse así.
Paula escuchó el ruido de un motor, se asomó a la ventana y miró un jeep, supo que eran los padres de Juan Andrés, que venían acompañados del médico. La chica corrió y abrió la puerta.
Paz se estremeció al ver el lugar, cerró sus ojos y luego corrió a ese envejecido sofá, y acarició el rostro de su hijo.
—Mi niño, estás ardiendo —expresó con pesar. Miró al médico y él de inmediato lo revisó.
Joaquín perma