Elizabeth se dejó arrastrar al interior del local y no pudo evitar contagiarse de los ánimos de Diana.
—Ahora sí puedo beber —la escuchó decir cuando les trajeron lo que su amiga pidió a la mesa en la que se encontraban.
—Llevamos bebiendo toda la noche —murmuró Elizabeth con voz atolondrada por el exceso al que esa mujer la había estado sometiendo.
Comenzaba a pensar que intentaba emborracharla, pero se lo estaba pasando tan bien que alzó la copa y brindó con ella justo en el momento en que la música comenzó a sonar y dos hombres enmascarados entraron al escenario.
Diana se levantó del asiento y comenzó a vitorearlos a gritos.
Los hombres estaban detenidos y se miraban unos a otros como si no supieran qué hacer, pero eso no impidió que su amiga lograra que todas las demás féminas del local también comenzaran a gritarles.
Elizabeth, que no estaba acostumbrada a aquello, se cubría la cara de la vergüenza sin parar de reírse, pero al final no pudo evitar ponerse junto a Diana y gritar t