Capítulo IV

Pov Narrador: 

Posterior a la reunión con Irene, al día siguiente, Enzo se sentía sumamente ansioso debido a la espera de la respuesta, que deseaba fuera afirmativa. Razón por la cual, aquella mañana intento salir de casa sin ser notado; más bien escapar de la mirada inquisidora de su madre, y a pesar de sus esfuerzos, está lo había interceptado, antes de que pudiera hacer una salida estratégica. 

—Enzo, hijo. — Llamo Clarisa, con su mejor tono de inocencia. — Ven aquí, solo será un momento antes de que te vayas a la oficina. — Agrego suavemente. 

El empresario, al escuchar el llamado de su progenitora, maldijo por lo bajo su suerte y suspirando, con paso lento, se dirigió a donde se encontraba. 

Clarisa Navarro, una mujer entrada en los cincuenta, lacia cabellera castaña y piel dorada, muy bien cuidada, ojos color chocolate sumamente cálidos. Se hallaba sentada en el salón principal de la casa tomando café mientras que leía las noticias en su computadora. 

— Buenos días, madre querida, ¿qué sucede? — Pregunto suavemente Enzo mirando a su progenitora algo inquieto. — ¿Todo bien contigo y con la abuela? 

— Oh si, todo perfecto con nosotras hijo. — Respondió suavemente Clarisa antes de levantar la vista del monitor. — He pautado una cita a ciegas para ti el día de hoy… — Informo dedicándole una suave sonrisa a su hijo. 

Enzo escuchaba atentamente a su madre, sintiendo de manera abrupta una oleada de pánico recorrerlo; si bien tenía un plan, aún no era seguro. Pero se negaba rotundamente a ir a una cita a ciegas con una señorita de sociedad. ¡Eso sí que no!

Ya había ido a una el mes pasado y fue de las experiencias más aburridas de su vida. Y con esa le bastaba y sobraba para no querer, en la próxima temporada, o mejor aún por el resto de su vida. 

En un movimiento desesperado, Enzo se pasó la mano por el cabello antes de aclararse la garganta suavemente, con una sonriendo con un ligero nerviosismo pesándole dentro del pecho como un tambor. 

— Es que madre, no puedo.— Informo Enzo en respuesta. —Tengo una cita el día de hoy…

—¿En serio? — Pregunto su madre con incredulidad clara en su voz— ¿Y dónde será la cita? ¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Tiene especialidad? 

El empresario, ante la bomba de preguntas, maldijo mentalmente pensando que quizás era una pésima idea haberle dicho eso a su madre, antes de preparar a Irene o que esta siquiera firmara el contrato. En aquel momento solo queria un milagro que lo salvara, pero al parecer, había sido abandonado hasta por su ángel de la guarda. 

Casi lo podía imaginar gritándole “No, pues es tu loca, ahí te la ves muchachote.”  Antes de irse volando a posiblemente unas vacaciones en Hawái o alguna isla del caribe donde el clima era precisamente bueno en esta época del año.

Suspirando de manera lenta, se volvió a aclarar la garganta antes de comenzar a responder.  

— Sí, se llama Irene, es psicólogo clínico y tiene 25 años, pues nos vamos a reunir en mi oficina y de allí vamos a decidir hacia donde iremos. — Dijo reflexionando en que parcialmente estaba diciendo la verdad. 

Clarisa, estaba sorprendida, de alguna manera se sentía complacida, aunque en el fondo le parecía un poco extraño aquello, pero decidió no decir nada e investigar por su lado sobre la cita de su hijo y tenía a la persona correcta para esa tarea. 

— ¡Ay, qué alegría! — Soltó de golpe Clarisa. — Me complace eso, hijo, espero que pronto traigas a esa muchacha o me muestres una foto… 

— Me voy, no olvides cancelar las citas de hoy. — Comento rápidamente Enzo antes de literalmente huir de la mirada de su madre. 

Clarisa alzo una ceja al ver cómo su hijo huía, y rodando los ojos, agarro su teléfono de la mesa. Necesitaba hacer unas cuantas llamadas, solo para confirmar que era verdad lo que decía su hijo y no una mentira para zafarse. 

Después de llamar a Sámara, su sobrina, Clarisa, se sentía completamente feliz, era cierto e incluso tenía en su teléfono una foto de la muchacha, que se le hacía de lo más encantadora. Realmente le sorprendía que Enzo por pie propio le pidiera a un amigo que le presentara a su hermana, debía ir a contarle a su suegra sobre tan buena noticia. 

~…~ 

Enzo conducía con calma a la oficina, por los pelos se había salvado de tener que ir a una cita a ciegas; aunque ahora tenía que conseguir que Irene, a pesar de que no firmara el acuerdo, saliera esa tarde con él a comer. Pues no era tonto, existía la posibilidad que rechazara la oferta, aunque fuera una locura, como decía su difunto padre, cada cabeza era un mundo. 

Iba sumido en sus pensamientos, y fue al tercer pitido, que se dio cuenta de que lo estaban llamando por teléfono. Al leer el nombre de su prima y abogada en la pantalla, trago fuerte previo a responder colocando el altavoz; Enzo en su mente iba rogando que no fuera lo que estaba pensando, porque apostaba un auto nuevo a que su señora madre había llamado a Sámara para que le contara sobre su cita, pues no confiaba en Lucas. 

— Sinceramente, debes agradecer que eres mi primo favorito. Tu madre me acaba de llamar para preguntarme por tu cita, dios, menos mal que tengo a Lucas a mi lado, es que si no la hubiese embarrado de lo lindo.—. 

Fue lo primero que dijo la abogada en cuanto la llamada se conectó. Enzo en ese momento agradeció sinceramente a los cielos antes de aclararse la garganta.

— Te amo, no sé qué haría sin ti ¿Qué puedo ofrecerte para compensarte? — Respondió suavemente Enzo.— ¿Qué le dijiste a mi madre?

— Tengo en la mira unos zapatos y sería hermoso que mi hermanito me los regalara. — Comento la abogada con ligero tono de burla. — Pues le dije su nombre, edad, que era hermana de un amigo y trabajador tuyo, que hace unas semanas la habías visto y quedaste prendado de ella. Obvie su apellido por sugerencia de Lucas, quiero contexto de eso, pero lo dejaré para el almuerzo de esta semana.— 

—Perfecto, Sam.— Sonrió el empresario antes de suspirar suavemente. — Después de nuestro almuerzo vamos por esos zapatos. 

— A la orden pollito.— 

Fue la última respuesta de la abogada antes de cortar la comunicación.

 Enzo se relamió los labios pensativo, si bien le parecía extraño que Sámara y Lucas estuvieran juntos a esa hora, poco le importo; ya que en los momentos actuales su prioridad era llevar un teatro casi perfecto.

Solo dios sabía cuánto odiaba las citas a ciegas. 

En cuanto llego a la oficina, se desconectó momentáneamente de todo ese tema, centrándose en algunos asuntos de la empresa que requerían su atención inmediata. Y así, sin darse cuenta, pasaron las horas, hasta el momento en que Irene tenía que ir para darle la respuesta, la cual llego puntual; sin embargo, él aún estaba retrasado en una reunión improvisada con uno de los líderes de equipo del área de analística. 

Al verla Enzo sinceramente perdió completamente la concentración, desde la noche anterior había notado que Irene era una mujer hermosa, sencilla y fresca; aquel día, portaba un vestido hasta la rodilla color magenta de mangas tres cuartos, y botas color negro con un tacón pequeño, pero suficiente para que se viera estilizado y el cabello completamente atado en una cola alta. 

Tuvo que regañarse mentalmente para concentrarse y recordarse que el amor no era algo que estuviera en sus planes, mucho menos mezclarse con ella específicamente. Como pudo termino la reunión de manera concisa para centrarse únicamente en ella. 

Después de un corto saludo, ahora sentado uno frente al otro. Enzo esperaba a que Irene comenzara a hablar sobre lo que deseaba cambiar del contrato. 

— Verás Enzo, no puedo reunirme los viernes en las noches, ya tengo planes para ese horario; sin embargo, los sábado si me es posible. Los domingos, a menos que realmente sea necesario, tampoco estoy disponible, ese día es para mi familia. — Comenzó a decir la mujer señalando todo eso en un papel que había sumado a al contrato.— Si necesita reunirse conmigo en la mañana, necesito que me avises el día antes, ya que por lo general doy consulta en las horas de la mañana. 

Enzo escuchaba atentamente y todo aquello le parecía lógico, después de todo era un ser humano como él, tenía otras cosas. 

— Otra cosa más, no puedo apagar mi teléfono. Soy médico y necesito estar disponible ante cualquier emergencia que pudiese haber. — Agrego revisando algo en sus notas.— ¿Está bien eso Enzo? 

— Sí. — Afirmo suavemente el hombre, sin apartar la mirada de la mujer frente a él. — ¿Algo más Irene? — Cuestiono Enzo. 

—Quisiera saber ¿hasta qué punto vamos a llegar? Con respecto a interacciones intimas.  — Soltó Irene recostándose un poco de la silla. 

Enzo al escuchar la pregunta tuvo que relamerse los labios antes de responder. 

— Pues como imaginaras, no vamos a tener sexo, si abarca besos y otro tipo de actividades que me temo sean necesarias para hacer ver que es verdadera la relación. Pues más allá de unas cuatro personas aparte de nosotros, todo esto tiene que ser real.— Enuncio Enzo mientras que sacaba su teléfono mandando un mensaje rápidamente.— Si no hay nada más, enviaré a corregir el contrato para firmarlo ya mismo. — Dijo mirando a su contraria. 

— Claro, no hay problema.— Respondió suavemente Irene antes de suspirar.— Supongo que es un placer hacer tratos contigo Enzo. 

— Lo mismo digo Irene. — Susurro Enzo viendo a Lucas entrar, llevándose el contrato en completo silencio, antes de volver su atención a la pelinegra frente a él. — ¿Te parece si te invito a comer? Para celebrar que todo entre nosotros esté fluyendo. 

Con un ligero asentimiento, Irene indico que accedía. Unos minutos después, terminaban de firmar el documento, Enzo muy complacido se levantó para alizar la chaqueta de su traje. 

— Irene, ¿vamos? — Dijo el hombre ofreciéndole la mano a la pelinegra antes de sonreír. — He reservado en un restaurante cerca de aquí.

— Si claro… --- Respondió Irene dejándose llevar. — ¿Tiene para de autobús cerca?

Enzo en aquel momento miro a la chica extrañado, se veía demasiado impecable para ser alguien que se movía en transporte público; sin embargo, asintió suavemente; reflexionando que eso era algo que no podía permitir, más si la chica pronto sería su esposa, de mentira, pero su esposa al final. Aunque no dijo nada, ya le llegaría con el obsequio directamente, y con un gesto le indico que lo acompañara. 

Irene no entendía el porqué, pero se encontraba muy tensa pese a la sonrisa que tenía en el rostro, sensación que se había instalado apenas Enzo la tomo del brazo. Comenzaba a pensar que, quizás, no sería tan fácil sobrevivir a ese contrato como en algún momento lo había creído; apenas había comenzado. 

Por su lado, Enzo hacia una lista mental de cosas que debía hacer. «Dios a este paso voy a pagarle mucho dinero a Sámara, tengo que hacer un par de acuerdo de confidencialidad, no debo dejar ni un solo cabo suelto.»

Tanto Nicolás como Lucas había esperado fuera de la oficina de Enzo a que ese par, saliera; pues queria saber cómo había resultado todo. Y, al verlos salir del brazo, ajenos a ellos, suspiraron al unísono, sintiendo una punzada de alivio, pese a que, los protagonistas se encontraban tan tensos que era un poco vergonzoso. 

—Qué pareja tan dispareja …— Comenzó a decir Lucas. 

—Aunque se ven bien juntos… — Susurro en respuesta Nicolás.

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