Tatiana
—¿Qué? ¿Qué dices?
—Yo les pedí que me acompañaran, son mis guerreros. Solo obedecieron, ellos no tienen la culpa. Lo juro —dijo Sebastián, apareciendo en la puerta de mi casa como si nada hubiese sucedido. Como si no me hubiese acusado de arruinar su manada. Como si no me hubiera echado a p