XIII Ajedrez
Luka no recordaba la última vez que desayunó con una mujer en su casa. No porque tuviera mala memoria o hubiera pasado mucho tiempo, sino porque había agarrado esos recuerdos y los había guardado en la última habitación de su cabeza, bajo llave. En parte para eso iba a terapia con Augusto, para no desear encontrar la llave.

—Esto está muy bueno —dijo Alessa, llevándose una cucharada de cereal con leche a la boca.

Un poco se le escurrió por la comisura y Luka sintió un tirón en la entrepierna. Nunca antes su cabeza había estado tan llena de pensamientos sexu4les como ahora, Alessa no sólo había abierto la habitación de la lujuria, había echado el muro abajo.

—No hay nada como desayunar a las cuatro de la tarde. Te hace tener una nueva perspectiva de las cosas —aseguró ella, cómodamente enfundada en su camisa.

La prenda le cubría lo justo. En la holgura él buscaba sus curvas, esas turgentes redondeces que lo hacían suspirar. Seguir sentado y con las manos quietas requería de mucho au
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