Los siguientes días tras el encontronazo en la habitación de Rob, Eve se dedicó a esquivarlo. Evitaba quedarse a solas con él a toda costa y cada vez que la llamaba «para comentar algo sobre el trabajo», ella salía corriendo en cuanto su nuevo jefe quería sacar a relucir la conversación de esa noche.
¿De qué huía? Se preguntaba siempre y Eve se decía a sí misma que era lo mejor porque un jefe y una empleada debían mantener sus respectivos lugares. Pero la verdad era que se negaba a reconocer que no podía evitar buscarlo con la mirada cada vez que sentía su presencia cerca de ella.
El corazón se le desbocaba y ya hasta había comenzado a soñarlo. Para colmo, cada vez que lo veía salir ya fuera solo o con Harrison, no podía dejar de comerse las uñas con el pensamiento de que iba a tener alguna cita con una mujer. Candidatas era lo que le sobraba y a ella no le importaba lo más mínimo.
«Sí te importa», le gritó esa vocecita interna que se había vuelto tan irreverente los últimos días.
Eve