—¡No! No te había reconocido… ¿Cuánto tiempo ha pasado? —intenté sonar tranquila, aunque por dentro el corazón me latía como un tambor de guerra.
—No esperaba encontrarte en un lugar como este… —Jorge dejó que el silencio se colara entre sus palabras como una amenaza contenida—. Hasta que te vi coqueteando con uno de los míos. Tendrás que disculparme, pero necesito revisarte. Date la vuelta.
Su voz fue un latigazo seco. La frialdad en sus ojos era la misma de antes, pero ahora venía acompañada de algo más: rencor, quizá rabia... o ambas cosas camufladas en una mirada que me heló la sangre.
Obedecí en silencio. Sentí sus manos recorrerme con precisión meticulosa, buscando algo que delatara quién era en realidad o lo que escondía. Aun así, no podía apartar la vista de él. Los años no habían cambiado sus ojos; lo que sí había cambiado era la oscuridad que ahora anidaba en ellos. Una oscuridad que me estremeció.
—Dame el bolso —ordenó, sin rodeos.
Asentí con un leve movimiento de cabeza. T