Capítulo 3

Capítulo 3

Jenna Taylor

Aún manteniendo su mirada clavada en mí, él esbozó una pequeña sonrisa que me dejó hechizada.

– Es un placer conocerla, señorita Jenna. Me preguntaba quién era la famosa asistente de mi padre de la que siempre oigo hablar – dijo en un tono de voz grave que me erizó la piel.

– El placer es todo mío, señor Hugo. Yo también he oído mucho sobre usted a través de su padre.

—Espero que hayan sido cosas buenas —respondio mirando al señor Fausto.

—Por supuesto que sí —me adelante a responder y él asintió ligeramente.

Lo que no entendí es a que se refería cuando dijo que había oído hablar mucho de mí, incluso sus palabras me dejaron un sabor amargo en la boca sin saber por qué. Era como si tratase de insinuarme algo, sin embargo; no me iba a dejar intimidar tan fácilmente.

A simple vista se notaba que Hugo Montenegro no era como su padre, él en cambio, parece ser frío e indiferente y hasta incluso me atrevería a decir, que es un hombre con el cuál nadie se arriesgaría a meterse ya que con una simple mirada es capaz de intimidar a cualquiera.

Después de esa breve presentación, él y yo no volvimos a cruzar palabras, solo nos mirábamos de tanto en tanto mientras yo conversaba con mi jefe y su esposa sobre la compañía.

De pronto ví pasar a Dina acompañada de Isabel, otra compañera de trabajo, la cual no me cae muy bien del todo, y como manera de escapatoria de mi jefe y su esposa, me disculpé alegando que iría a saludar a unas amigas.

A decir verdad, me hubiese gustado quedarme toda la noche platicando con el señor Fausto y la señora Alba; pero se me hacía bastante incómodo el estar cerca de ellos por la mirada tan penetrante de Hugo Montenegro sobre mí. Es como si este me estuviera desnudando con la mirada y en ocasiones era como si mi presencia le incomodara.

Al despedirme de todos ellos, fui directo hacia donde estaba Dina; la cuál me recibió cariñosamente con un fuerte abrazo. Todo lo contrario a Isabel, que solo movió su cabeza en forma de saludo mientras hacia una mueca de disgusto con su boca.

– Jenna, qué envidia te tengo, pásame la receta –me dijo Dina dejándome confundida.

– ¿De qué hablas? ¿Por qué me dices eso?

– ¿Cómo que por qué digo eso? No te das cuenta que fuiste la única que se ha podido acercar a ese apuesto hombre, y además, has compartido con él parte de la velada. Muchos de los inversionistas han intentado aproximarse, pero él los intimida tan solo con la mirada.

Miré en la dirección que me señala Dina y sé perfectamente que tiene toda la razón, puesto que Hugo Montenegro es bastante intimidante; más aún si te mira con esos ojos tan fríos como el hielo.

– No es para tanto, Dina – dije para disimular el escalofrío que recorrió mi espalda – Ese del que hablas, es Hugo Montenegro y es el hijo del señor Fausto, además, solo es un simple hombre mortal. Nada fuera de lo normal –dije restándole importancia al asunto.

– Dices que no tiene nada de interesante pero sin embargo estuviste un buen rato conversando con él y con sus padres – menciona Isabel tratando de incomodarme –Si estás pensando en acostarte con el hijo del jefe, ponte en la fila, ya que ésta es bastante larga.

Viniendo de ella, no me sorprende absolutamente nada y mucho menos ese comentario tan fuera de lugar, ya que se perfectamente, la clase de persona que es.

Luego de ese único comentario de su parte, ella no hizo ninguno otro, cosa que yo agradecí internamente; hasta que de pronto, apareció frente a nosotras la última persona que esperaba encontrarme aquí, el asqueroso de Andrew Smith. Él es uno de los encargados del sector de contaduría y justamente, Isabel es su secretaria.

– Hola Jenna –me saludó chequeando mi cuerpo de arriba hacia abajo, con una mirada que me revolvió el estómago por completo —. Hoy te ves especialmente hermosa.

Él siempre está acosándome en cada oportunidad que tiene y no lo he reportado con el señor Fausto para no hacerle perder el trabajo, pero si sigue molestándome, no voy a dudar en hacer que lo despidan.

–Aléjate de mí Andrew. Ya te he dicho mil veces que no estoy interesa en ti. Asi que por favor, déjame en paz.

Luego de decirle eso, él me dedicó una mirada de odio mientras mantenía una sonrisa falsa que me dió miedo, después tomó a Isabel del brazo y ambos se alejaron de allí.

A mitad de la noche; ví que el mismo mesero que me sirvió la copa de vino, se acercó a mí y me ofreció una copa de champagne, la cuál no dudé en aceptar debido a que estaba sedienta.

Después de beberme el champagne, empecé a sentirme algo mareada, al parecer el alcohol me había hecho efecto demasiado rápido.

Al sentirme tan indispuesta, le informé a Dina que iría al sanitario para poder echarme agua en la cara y refrescarme. Cuando llegué al baño, me puse un poco de agua en la nuca cuidando de no estropear todo el maquillaje. Sin embargo; luego de estar unos minutos en el baño. Mi cuerpo comenzó a sentirse raro, era como si un especie de calor me recorriera por dentro, también sentía mi entrepierna toda húmeda y jadeos involuntarios salían de mi boca de vez en cuando. Los minutos seguían pasando a mi alrededor y todo me daba vueltas, además me sentía muy caliente; como si tuviese fiebre.

Salí de aquel baño sosteniéndome de las paredes para evitar caerme ya que se me estaba imposibilitando manterme de pie, para colmo mí visión estaba borrosa y no distinguía bien por dónde iba. Solo sé que, de repente un perfume dulce y bastante repugnante inundó mis fosas nasales, dándome a entender que la persona que estaba a mi lado, era una mujer. Sin embargo, no pude distinguir su rostro y tampoco sabía si intentaba ayudarme o no.

Los jadeos seguían saliendo de mi boca con más rapidez y un dolor insoportable recorría todo mi ser. Mi vista se estaba volviendo cada vez más borrosa y yo ya no tenía control sobre mí misma.

La persona que estaba a mi lado, trató de sujetarme de uno de mis brazos mientras otra que acababa de llegar me sujetó del otro lado. Yo intenté deshacerme de su agarre ya que no sabía quiénes eran y por forcejear con ellos, casi caigo al suelo; pero afortunadamente, eso no sucedió porque alguien me sujetó de la cintura antes de que me golpeara contra el suelo.

– ¿Te encuentras bien? ¿Qué es lo que te pasa? —me preguntó una voz grave y profunda por lo que supe que era un hombre—. ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué la estaban agarrando así?

Escuché como ese hombre que evitó que me cayera, le pregunta a los que me sostenían; pero por más que traté de escuchar que decían, solamente alcance a decirle unas palabras a mi salvador.

– Ayúdame, por favor... —Luego de eso; caí en un pozo oscuro y profundo, sin poder recordar nada más.

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