Capítulo 2

Capítulo 2

Jenna Taylor

—Creo que el Jefe viene a buscarte —me susurró Dina —. Iré por un trago, te veo luego —ella hizo una pequeña reverencia cuando pasó junto a nuestro jefe y después se marchó dejándome sola con él.

A pesar de que el señor Fausto es mí jefe, él y yo siempre hemos tenido una relación muy cercana y amena. Casi como la de una padre y una hija.

—Jenna, que alegría verte.

–¿Como está señor? – digo devolviéndole la sonrisa.

–No podría estar mejor, y que bueno que viniste porque quiero presentarte a una persona muy importante para mí. Él es mí orgullo más grande – dijo el señor Fausto con una gran sonrisa en su rostro.

–Para mí será un honor conocer a alguien tan importante –le respondí mientras nos encaminabamos al centro del salón.

De camino noté como todos los presentes nos miraban y murmuraban cosas, vaya a saber que estarían diciendo, aún así decidí ignorarlos y seguí hacia donde mí jefe me llevaba.

De pronto noté un grupo de hombres que se giraron en nuestra dirección y debo reconocer que uno de ellos era muy apuesto. Incluso me arriesgaría a decir que tenía cierto parecido con el señor Fausto.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero al tener la mirada fija de ese hombre sobre mí. Al tenerlo más de cerca pude notar cuan alto y apuesto era, también se notaba que tenía un buen cuerpo; pero lo que más me inquietaba era su mirada tan fría y penetrante. Incluso me llegué a sentir un poco intimidada ante su presencia, sin embargo; supe disimularlo bastante bien.

Estaba a punto de presentarme con ellos; pero de pronto, ví que la esposa de mí jefe venía hacia nosotros con una gran sonrisa en su rostro.

– Jenna querida, me alegra mucho poder verte aquí —me tomó de los hombros y luego dió una mirada completa a mi vestuario —. Déjame decirte que estás bellísima. Incluso dejaste a todos los hombres de la fiesta cautivados con tu belleza –eso último me lo dijo susurrando, cosa que me hizo sonreir.

– Gracias señora Alba, usted también se ve muy hermosa —le devolví el cumplido.

– Ya te he dicho que no me trates de usted, creo que tenemos la suficiente confianza como para tutearenos.

La señora Alba es tan amable que siempre me hace sentir a gusto con su compañía.

–Para mí es mucho más cómodo tratarla con respecto, ya que usted es la esposa del jefe.

– ¡Ay, está bien! – exclamó, dándose por vencida –. Dejaré que me llames como tú quieras, si eso te hace sentir más cómoda. A ti no te puedo decir que no —me respondió tomándome de las manos.

– Muchas gracias, usted siempre es muy amable conmigo —le respondí con una sonrisa.

– ¡Estas mujeres y sus cosas! Ustedes mismas se entienden. – dijo mi jefe cariñosamente – Jenna, ven aquí, quiero presentarte a estos tres muchachos – mencionó el señor Fausto –. Él es uno de los nuevos socios de la compañía, su nombre es Diego Altamirano y a partir de hoy lo vas a ver más seguido por la empresa.

– Es un gusto conocerlo joven Diego –le dije estrechando su mano con cortesía para saludarlo.

– El gusto es todo mío Jenna, no voy a tratarte de usted porque eres una mujer bastante joven. Espero que hagas lo mismo conmigo –me dijo guiñándome el ojo, cosa que me hizo sonrojar.

–No suelo tutear a las personas, pero prometo que lo intentare – le digo y él me asiente complacido.

–Este joven, es otro de nuestros nuevos socios —me dijo mi jefe señalandome al otro muchacho.

– Un gusto, señorita Jenna. Yo soy David Altamirano y por favor, déjeme pedirle disculpas en nombre del confianzudo de mi hermano. Diego a veces se comporta como un niño –me dijo dejándome sorprendida al saber que ellos eran hermanos.

—Hermano, no me dejes mal frente a esta bella dama —Diego le dio un codazo a su hermano haciéndonos reír a todos, menos al enorme hombre que aún seguía mirándome fijo.

– No sé preocupe por eso joven David. Su hermano no me incómodo de ninguna manera con su comentario —le respondí estrechando su mano.

–Entonces no tengo de que preocuparme —respondió David y yo le asentí.

Hasta ahora la conversación era bastante amena ya que estos dos jóvenes eran muy simpáticos, el único que estaba serio y en silencio era el tercer hombre, el cuál aún no me habían presentado.

– Bien, ahora sí —me dijo mí jefe señalando al último joven con su mano —Este que ves aquí, es mí hijo Hugo, y mí orgullo más grande. Aunque debo decirte que es un ingrato, porque cada vez que quiero verlo, tengo que viajar a España ya que a este muchachito, se le olvida que debe visitar a sus padres —el señor Fausto sacudió su dedo indice frente a su hijo –. Ya le he dicho que si sigue así, lo voy a desheredar.

Al escuchar a mi jefe decir eso, no puede evitar soltar una pequeña carcajada ante tal ocurrencia, debo admitir que cuando no está trabajando, el señor Fausto es bastante alegre y bromista. Después de esa graciosa presentación, Hugo extendió su mano hacia mí, la cuál no dudé en tomar, pero en el instante en qué mi mano rozó la suya, sentí una extraña sensación que me hizo erizar la piel por completo.

Era la primera vez que un hombre me hizo experimentar tal sensación y eso me dejó bastante alterada sobre todo, mis hormonas. Traté de mantener la calma y para disimular mí sonrojo bebí un trago de vino, aunque no podía tranquilizarme del todo, ya que él no me quitaba la mirada de encima.

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