Rubí lo miró con una expresión de profunda seriedad.
Sabía que Marcus siempre estaría allí para ella, dispuesto a protegerla, aunque él no dijera nada más.
Él, por su parte, la contempló con una mezcla de admiración y resignación.
—Me sorprendes —dijo finalmente—. Tu identidad y tu inteligencia encajan perfectamente. No sé por qué me gustas... tal vez sea por esa singularidad tuya.
Las mejillas de Rubí se inflaron un poco mientras lo miraba, fingiendo molestia.
—Entonces, ¿también me gustas por tu... —empezó a decir, juguetona.
—No repitas lo que digo —replicó Marcus con el ceño fruncido. No quería que imitara sus palabras; quería que entendiera su significado.
—Oh... —Rubí bajó la cabeza, un poco desanimada, sin decir nada más.
Marcus suavizó el tono.
—Vete a dormir temprano. Si ocurre algo, alguien te informará.
Rubí miró la hora y respondió con calma:
—Leeré un poco más.
Pensó que, cuando su identidad saliera a la luz, probablemente la escuela la invitaría a regresar. No podía perm