Noah, visiblemente incómodo, dijo:
—Rubí… creo que ya es demasiado tarde.
La cara de Rubí se apagó. La angustia la invadió.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, conteniendo las lágrimas.
—La noticia ya salió. Cuando me llamaste hace un rato entré en Internet y vi que ya es tendencia —confesó Noah, con la voz quebrada.
Rubí, intentando mantener la compostura, soltó la pregunta que más ardía en su garganta:
—¿Por qué hiciste esto? ¿Lo organizaste tú?
Noah no supo qué responder. Su voz tembló; las lágrimas comenzaron a brotar y se abofeteó el rostro en señal de desesperación.
—¡Rubí, lo siento! —exclamó.
Ella no respondió. Lo miró con una frialdad aterradora, como si viera a un extraño. Luego bajó la cabeza y revisó su teléfono.
En cuestión de minutos, Twitter, portales de noticias y sitios de entretenimiento se llenaron de fotos de ella y de Noah. No esperaron a que salieran del hotel: las imágenes ya circulaban desde el momento en que entraron. Había fotos de ellos abrazándose y besándose e