—No. Quiero el 15 % —respondió Rubí, negando con la cabeza sin vacilar.
Sabía perfectamente lo que eso significaba: con ese porcentaje, si en algún momento ella decidía oponerse a las decisiones de su padre, él ya no tendría el control absoluto sobre las finanzas de la familia. El poder de Efraín se vería limitado. Y eso era justo lo que necesitaba.
Eva intervino rápidamente, intentando suavizar la situación.
—Rubí, si haces eso, tu padre quedará en una posición vulnerable. Acepta el 10 % por ahora, ¿sí? Yo me encargaré de que un abogado redacte un testamento. Cuando seas mayor, podrás quedarte con el otro 5 % de mis acciones. ¿Qué opinas?
—No —respondió Rubí con calma—. Entonces no necesito ninguna acción. Pero tampoco trabajaré para la familia Maxwell.
Las palabras eran suaves, pero el tono era firme, definitivo.
Para sorpresa de todos, Marcia fue quien rompió el silencio.
—Papá, acepta sus condiciones. Al fin y al cabo, la familia Gibson será de ambas en el futuro. Tarde o temprano