La mujer sonrió amablemente.
—Oh, es un padre que vino a informarse sobre las inscripciones. Dijo que tiene un hijo que entrará el próximo semestre.
—¿Ah, sí? —respondió Rubí, sin insistir. Tomó la mano de Dylan y añadió—: Vamos, mamá vino a recogerte.
El niño asintió y caminaron juntos hacia la salida.
De repente, Dylan dijo en voz baja:
—Mami, creo que le agradé mucho a ese hombre.
Rubí lo miró, divertida.
—¿Y cómo lo sabes?
—Lo sentí. No sonreía, pero... sabía que le agradaba —contestó Dylan con total seguridad.
Rubí soltó una pequeña carcajada y acarició su cabello.
—Le agradas, claro que sí. Eres tan adorable que a todo el mundo le caes bien.
Al escucharla, Dylan sonrió y preguntó con inocencia:
—¿De verdad? ¿Mami realmente piensa que soy lindo?
Rubí asintió con ternura.
—Mhm. Pero recuerda, cariño, no importa cuánto les gustes a los demás. Ellos son extraños, ¿de acuerdo? No debes acercarte a nadie y siempre tienes que esperar en el jardín hasta que mamá venga por ti. ¿Entendido