Marcus asintió, luego tomó su teléfono y envió un mensaje de voz a Gavin:
—Ven a mi habitación. Ella quiere verte.
Gavin comprendió de inmediato. Apenas dos minutos después, entró apresuradamente.
Al cruzar la puerta, vio una escena que lo dejó aliviado: Dylan estaba en silencio, concentrado en su libro de imágenes, mientras Marcus y Rubí estaban juntos, sin tensión aparente. Gavin respiró hondo, como si se quitara un gran peso de encima. Se acababa de enterar de que Zoey y su madre ya se habían marchado, y al verlos así, se preguntó si acaso se habrían reconciliado.
Un suspiro de alivio escapó de sus labios y, en ese instante, casi se conmovió hasta las lágrimas. Verlos como una familia le hacía sentir que todo su esfuerzo había valido la pena.
Rubí, sin imaginar lo que pensaba Gavin, le preguntó con ansiedad:
—Gavin, ¿qué averiguaste?
Él reaccionó al instante, sacó una carpeta con documentos y varias fotografías, y se las entregó mientras explicaba:
—Sí, esa persona existía y vivía