Resignada, estaba a punto de marcharse cuando su teléfono sonó. Era Marcus. Rubí frunció el ceño antes de contestar.
Del otro lado, Marcus guardó silencio. Ella también decidió callar. Solo después de unos segundos escuchó un cambio en su respiración. Entonces, al fin, habló:
—Oye.
—Oye —respondió Rubí, sin saber qué más decir.
—¿Recibiste todo? —preguntó él.
—Sí, lo recibí.
Al notar su falta de entusiasmo, Marcus guardó silencio unos segundos antes de insistir:
—¿Te gustaron?
La pregunta, tan directa, inexplicablemente la molestó. Rubí respiró hondo y, con un tono tranquilo, respondió:
—Marcus, estás ocupado trabajando fuera. No sigas haciendo esto mañana.
—Está bien —contestó él, aunque sorprendido por su frialdad. Y entonces preguntó de nuevo—: ¿Me extrañas?
Las palabras la golpearon de lleno. De inmediato, la imagen del colgante Corazón del Océano y la expresión enamorada de Marcus mirando a Serena se impusieron en su mente. Rubí contuvo un suspiro.
—Marcus, ¿estás tan desocupado?